Ramiro Velasco

 

Sitio emblemático de Otavalo

 

Muy pocos sabían que se llamaba parque González Suárez, pues la mayoría le conocíamos como “el parque chiquito” o el “parque de los caballitos”. Los nombres eran muy obvios porque comparado con el parque Bolívar este era apenas la cuarta parte y porque siempre reposaron en medio de una pileta tres caballos, desde los cuales manaba agua desde sus hocicos.

Era un parque un poco escondido muy apropiado para los enamorados que se citaban en dicho lugar que a su vez les resguardaba de los ojos indiscretos y de los chismes de la misma índole. Sus pequeños jardines estaban sombreados por enormes árboles que guarecían a los amantes de la lluvia y de la persecución familiar. No contaba con guarda parques porque a los muchachos no nos provocaba ir a jugar en sus pocos vericuetos y porque estaba muy a la vista de los padres Franciscanos que resguardaban desde su convento la iglesia de El Jordán y el propio parque.

Su dinámica se agrandó y su prestigio se multiplicó cuando los buses del transporte interprovincial que viajaban de norte a sur y viceversa hicieron su parada obligatoria en dicho parque en el que, a través de muchas vendedoras del famoso pan de Otavalo (de maíz, de leche, mestizos, de huevo, quesadillas, biscochos, costras de dulce, injertos y las incomparables habillas) que se compraba para llevar de “señas” a familiares y amigos. Allí se ubicó más tarde la terminal de la Cooperativa Otavalo que ayudó a dinamizar el sector.

 

  

 

 LEYENDA: LA VIUDA DEL PARQUE CHIQUITO

 

 

 

Fuente oral: Gonzalo Rubio Orbe
Otavalo, 1983
 
  Dorys Rueda

 

“La viuda del Parque Chiquito” es una leyenda poco conocida en la actualidad, pero hace muchísimos años era muy famosa en Otavalo. Todos los que vivían alrededor del parque contaban que en las noches aparecía una mujer vestida de negro con un velo largo y oscuro que le cubría el rostro, recorriendo la plaza en busca de los enamorados que iban a ese lugar en busca de privacidad. Los padres franciscanos, que habían escuchado sobre esta aparición, apaciguaban a los ciudadanos que buscaban refugio en la iglesia.

Algunos enamorados que la habían visto decían que, en la penumbra, de pronto sentían que alguien caminaba haciendo sonar los tacos de los zapatos. Cuando miraban hacia atrás, divisaban a lo lejos una sombra negra alargada que se les aproximaba lentamente. A medida que la figura se acercaba, el aire se volvía gélido y una sensación de opresión envolvía a las parejas. El sonido de los tacones resonaba cada vez más fuerte, aumentando su pánico. Cuando estaba lo suficientemente cerca, los jóvenes podían ver su rostro: era una joven muy hermosa y resplandecía, como si hubiera absorbido toda la luz del lugar. Sus ojos, brillantes y penetrantes, parecían hipnotizar a quienes los miraban. Pero de pronto, ese rostro bello se transformaba en una estructura ósea y cadavérica. Sus ojos se vaciaban de toda luz, convirtiéndose en dos pozos oscuros y profundos que emanaban un frío aterrador. La viuda abría su boca, de la que salía un alarido que helaba la sangre. Los enamorados, paralizados por el terror, salían despavoridos y sus gritos podían escucharse por todo Otavalo.

Esta historia, poco a poco se fue diluyendo a medida que la ciudad se extendía. Los que recordaban a la viuda decían que la mujer perseguía a los enamorados, posiblemente porque alguien en vida se burló de ella. Otros, más bien, aseguraban que todo era un truco de alguna vecina del barrio que, cansada de los arrumacos de los enamorados, quiso darles un escarmiento. Advertirles que era mejor alejarse del parque y buscar otro sitio para sus abrazos amorosos.

 

 

  

 

EL PARQUE CHIQUITO

 

Reducto de enamorados discretos,

parquecito de recuerdos sin fin,

de cuentos y mitos urbanos

y de juegos infantiles,

de golosinas

y correteos.

 

Te engalanaron cuatro corceles

de alto linaje en el bronce

la inspiración del artista

de repente fue alterada

y tres finos caballos

adornan tu pileta.

 

Sueños bordados,

oraciones piadosas,

cuentos inacabados

y promesas por cumplir,

son los legados

que tus jardines

saben en secreto

bien guardado.

 

 Fernando Larrea Estrada, 2024

 

 

 

 Portada: Marcelo Jaramillo Cisneros

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  • homeLa autora Dorys Rueda, 13 de Febrero del 2013.
  • mailelmundodelareflexion@gmail.com
  • mapOtavalo, Ecuador, 1961.

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