Por: Oswaldo Andrade Sandoval
LO TRISTE Y DOLOROSO
Fue una mañana de marzo 2020, cuando preocupados supimos que llegaban compatriotas migrantes de España.
La preocupación aumentó, cuando los medios informaron, que familias guayaquileñas acantonadas en Samborondón llegaban de Italia. Con ellos, se decía, venía un enemigo poderoso que no respetaba edad, sexo ni género. Se llamaba Corona Virus y transmitía el Covid 19, cuya facilidad de propagación y contagio era impresionante y mortal. Empezó a cobrar sus primeras víctimas.
LO GRAVE
La Emergencia Sanitaria en todo el país y el confinamiento para toda la ciudadanía
En Guayaquil, murieron por decenas y centenas. El Sistema Sanitario colapsó. en todo el país se ponía énfasis en el lavado de manos, el uso de la mascarilla y en los 2 metros de distanciamiento social.
La corrupción política atacó sin piedad a la Perla del Pacífico, a Quito y a la provincia de Manabí. El país, con tristeza, constató una vez más que la corrupción no respeta ningún dolor.
LO ALENTADOR
Aprendimos que el pánico no ayuda y que debemos ser solidarios; aprendimos a conversar con Dios en la oración permanente.
Entendimos que mientras más fuerte era el ataque del enemigo, más grande debía ser nuestro momento de unión, unirnos de corazón todos, con fe y esperanza en el Divino Creador.
Asumimos, aunque no todos, que era vital la disciplina y el respeto a la ley. Entendimos que solo el cumplimiento de las normas sanitarias nos mantendría con vida y salud, mientras que la vacuna aún tardaba en llegar.
Las FFAA y Policía cumplieron uno de los roles más importantes en el país. En medio de esta Emergencia muchos se contagiaron. Aprendimos a verlos como grupos también necesitados de protección.
Aprendimos una vez más que los ecuatorianos debemos elegir bien a las autoridades y que el dinero público debe ser sagrado.