Se suponen que estaban unos señores en una fiesta super lujosa, super elegante y eran de las personas que pasaba bien, tomando vino, todo eso. Después de la fiesta, uno de los señores le dijo a otro señor para irse a un bar, el bar no me acuerdo cómo se llamaba, bueno, no me acuerdo cómo se llamaba, de la época antigua. Entonces, entraron en este bar y todos los hombres sabían que ahí existía una chica guapísima que era la hija del mesonero, entonces, bueno, ahí pasaron en la fiesta y uno de los señores de ahí se enamoró de la chica. Entonces, los dos se juraron amor eterno y todo.
Un día, este chico le fue a visitar a la casa de ella. Cuando llegó a la casa de la chica, encontró a un señor que estaba abrazando y que se estaban besando. El ataque tanto indignación, que se acercó donde el señor y él quiso matar a golpes, pero cogió su espada y le mató y cuando se dio cuenta, era el papá del chico. Entonces, él era un parricida porque, obviamente, él había matado a su padre. La chica comenzó a gritar ¡auxilio!, qué no sé qué, qué no sé cuándo. Bueno, él no quería que metan a la cárcel ni que lo sentencien a muerte. Entonces, convertirse en cura y entrar al convento, bueno, convento, monasterio. Algunos de los curas sabían por qué estaba él allí en el convento, pero tenía bastante carga de conciencia por lo que había luchado porque, obviamente, era su padre.
Se dice que, cuando él entraba a la iglesia, parecía una mano negra que aparecía ahí por el altar, y esa mano negra le llamaba, le llamaba para que se acerque allá. Él se asustó muchísimo y decían qué estaba volviendo loco, porque apareció esa mano negra que le llamaba, qué le dije que vaya donde estaba esa cosa. Ahí, él se reunió con el cura y el cura dijo: bueno, para ver lo que está pasando, para ver qué es. Los curas decían que era como algo mandado de Dios, porque Él quería mandar ya su castigo para el chico este. Entonces, nosotros vamos a estar atrás tuyo como una procesión. Cuando estaban ya acercándose para donde aparece la mano negra, apareció la mano negra, comenzó a llamar al chico y él se acercó. Ese rato, la mano negra le metió un cuarto en el claustro, cerró la puerta y lo dejó ahí encerrado.
Laura Hidalgo Alzamora, Duendes y Duendas, más otros aparecidos de aquicito nomás , 2013