Mi nombre es José Ruiz, soy oriundo de Ambato y voy a contarles una historia que me sucedió hace algunos años.
Sucede que un médico de mi ciudad me diagnosticó diabetes y por mi estado de gravedad, mi familia decidió llevarme a Quito al Hospital de la Policía Nacional.
Estaba muy mal, cuando llegué al hospital. Como no podía caminar, mi hija Vicky me tomó de un brazo, pero del otro no tenía quién me sostuviera. En ese momento, por la inestabilidad, pensé que me iba a caer. Entonces, de la nada, apareció un árbol y yo me arrimé a él. . Antes de desvanecerme, escuché que pedían una camilla porque estaba a punto de desmayarme.
Pasó algún tiempo hasta que volví en mí, gracias a los sueros e inyecciones que me habían colocado. En dos horas ya me encontraba mucho mejor de salud.
Mi hija, ya más tranquila, se preguntaba a qué árbol me había arrimado cuando había llegado al centro de salud. Salió a buscarlo, pero no lo encontró. Entonces, decidió preguntar a quienes trabajaban allí. Muy extrañados por la interrogante, los trabajadores le dijeron que jamás había existido un árbol en el hospital.
Cuando mi hija me contó lo que le habían dicho, no lo podíamos creer porque ambos vimos el árbol al cual me había apoyado para no caerme. No había más que una explicación: Dios, valiéndose del árbol, me extendió su mano para evitar que cayera al suelo. Eso es todo cuanto puedo informar en honor a la verdad.