Por: Cecilio Espinosa A.
La paccha es una caída natural de agua, formada entre las rocas de las quebradas, sinónimo de cascadas; y, el compacto con el diablo es un ceremonial antiquísimo como terrorífico mediante el cual el individuo se encomienda a las fuerzas satánicas para adquirir poderes sobrenaturales.
Hasta ahora se recuerda que un tal Rigo Mafia, contaba a sus amigos las intenciones de ser favorecido por tales poderes, a fin de destacarse siendo incansable en el baile, invulnerable en la pelea para conseguir el liderazgo entre todos los bailadores, convirtiéndose en el Diabluma Mayor, dirigiendo las partidas.
Mandó a confeccionar el diabluma con don Pedro Baroja, un hombrecito que sabía a las mil maravillas de aquellos menesteres quien tenía la fama singular de hacer las mejores máscaras de Tocachi, poniendo en cada una toda la tradición centenaria heredada de su padre y abuelo. Había conservado todos los secretos del diabluma y sabía confeccionarlos guardando estas costumbres.
Don Pedro puso el mayor empeño para confeccionar el diabluma encargado por su cliente, puesto que fue además anticipado que esa máscara iba a ser compactada con el diablo. La confeccionó entonces de terciopelo rojo y negro, de dos caras; la una obscura y la otra encendida. con la cara obscura para bailar durante el día y con la encendida durante la noche, so pena encolerizar al diablo si es que invierte este ritual. Puso 12 cachos de colores en la parte superior, bien parados, cada uno de los cuales representa un mes del año y lo bordó aprovechando todos los espacios posibles con escenas terroríficas y espeluznantes como calaveras, relámpagos, murciélagos, tarántulas, efigies de Lucifer, etc., además de adornarlas con lentejuelas, escarchas, calcomanías y flecos de vistosos colores, lo que le proporcionaba un efecto aterrador a la vez que hermoso al observador. Era, en fin, un diabluma horrorosamente precioso.
Con este diabluma el Rigo Mafla debía bailar durante las fiestas de doce años consecutivos si es que no quisiera ser llevado al infierno en el caso de contravenir este ordenamiento tradicional, aunque interrumpiese por un solo año.
Rigo Mafla preparó por su cuenta todos los aditamentos para el ceremonial diabólico que iba a emprender, abasteciéndose de algunas botellas de puntas que compró en San José de Minas; hizo un hermoso acial con cabestro de res untado de grasa para evitar la sequedad y darle consistencia y flexibilidad para no errar los foetazos, siendo el mango de pata de venado disecada, doblada en la coyuntura; y, compró tres cajetillas de tabacos, mas no fósforos pues para ahumar el ambiente se debe encenderlos sin llama pero sí con una mecha de candela elaborada con cabuya de penco blanco.
Escribió el documento del ceremonial en un papel que decía:
"Yo, Rigo Mafla, me encomiendo a vos para que me des todos tus poderes y que me acompañes por doce años seguidos en todas las fiestas de San Juan, San Pedro y San Pablo, cuando baile de diabluma; a cambio, adoraré tu nombre. (f) RIGO MAFLA".
Estampó su firma, dejando un espacio suficiente para que también firmase el diablo.
Días antes, sus amigos especialmente los de mayor edad, le aconsejaban a que cumpliese todos los pormenores del compacto, puesto que ellos eran los más conocedores de este ritual, siendo que algunos lo habían hecho cuando jóvenes, guiándose a su vez por la asesoría de sus antepasados.
Llegando que fue el solsticio de verano que cae el 21 de junio, debía empezar el ritual a las doce de la noche y continuar durante tres días y tres noches seguidos, hasta la víspera de San Juan. Estos tres días según la costumbre de nuestros aborígenes prehispánicos, estaban destinados a un riguroso ayuno y abstinencia, sin presencia de fuego y amor, para luego iniciar con la abundancia a partir del 24. Antes -desde luego debe aclararse-, estas fiestas no tenía el nombre del patrono eclesiástico (San Juan), sino más bien, se denominaban las fiestas del INTIRAYMI, en el mes del baile solemne por el inicio de las cosechas y por la posición del sol intermedio a los solsticios. Era pues, una fiesta agrícola.
Llegó entonces nuestro protagonista acompañado por varios amigos hasta el filo de la quebrada de Cochasquí, a fin de iniciar el ceremonial del compacto; pero a partir de este momento él solo debía dirigirse hasta la paccha, mientras los demás esperaban arriba, pero solamente por esta noche. Las restantes debían hacerlo de solitario.
Acomodó el diabluma en una pequeña hendidura que había en las rocas para tal efecto y, a poco se bañó en la misma caída de agua. El baño en la paccha cada noche es también parte del ceremonial. Repitió el ritual la segunda noche y se aprestó a culminar en la noche del 23 de Junio, víspera de San Juan, a las doce de la noche.
Se dirigió por tercera y última vez en la esperada noche a la paccha, llevando consigo todos los elementos descritos arriba para finiquitar el compacto con el diablo.
A las doce en punto el Rigo Mafla prendió un tabaco sirviéndose de la candela conservada en la mecha de cabuya. Tomó varios bocados de aguardiente y otras buchadas las esparció soplando a los alrededores. Empuñó el acial y se acercó decidido hacia el lugar en donde estaba el diabluma.
Allí estaba la máscara en la misma gruta, pero totalmente empiojada; procedió entonces como ordena el ritual a desempiojarla a puro foetazo, pero siempre debía latiguear con la mano izquierda hasta que quede totalmente libre de esos parásitos.
En el instante en que cayó el último piojo, salió corriendo una hermosa gallina negra del tamaño de un pavo de entre los matorrales y la dejó escapar porque así lo manda el ritual. Hasta aquí el ceremonial del compacto se realizaba conforme la tradición, y además se cumplía punto por punto de acuerdo a lo que fue explicado por sus amigos consejeros.
Al tomar el diabluma de terciopelo siempre con la mano izquierda, notó que por la boca formada en la cara encendida de terciopelo rojo, aparecía la punta del papelito de compromiso; revisó en el documento el espacio en blanco reservado para la firma del diablo y contempló con satisfacción que allí estaba estampada aquella terrorífica firma del diablo, a manera de triquis con arcos en los lados del cuadrado, hecha de un solo trazo sin levantar la mano y con tinta roja.
Apenas se hubo puesto la máscara, nuestro personaje se encontró de pronto en la entrada del pueblo que dista siquiera un kilómetro de la paccha, pues había venido flotando en el aire, tal como había oído a sus antecedentes diablumas compactados. Eran los primeros minutos del Día Grande de San Juan, 24 de Junio.
Desde aquel día se convirtió en el Diabluma Mayor de las partidas de bailadores de Tocachi, porque los otros "Pablos" -así llaman a todos los diablumas que bailan en este pueblo, de cualquier nombre que fuesen-, que no estaban compactados, cedían a los poderes adquiridos por el Rigo Mafla cuando bailaba de "Pablo".
Ponían orden en el baile, daba foetazos en el suelo o en los cuerpos con imprecaciones de rabia para solicitar ánimo a los que quieren decaer, latigueaba a aquellos bailarines, hombres o mujeres que se salían de la rueda, perseguía a los curiosos que interrumpían el baile, robaba en las tiendas y cocinas bebida o comida para convidar a la partida, exigía a los bailarines a que bebiesen chicha y trago. Jugaba con los niños haciéndoles correr amenazante, armaba la pelea o concertaba la paz con otros grupos de bailadores, según fuera el caso, mas, no pronunciaba palabra sino únicamente silbidos y señas para comunicarse, porque así debe ser el comportamiento de un buen "Pablo".
Pero cuentan que un halo misteriosos rodeaba a aquel personaje, porque repentinamente se formaba un huracán espeso a su contorno y tan pronto como se alejaba en su trompo de polvo, también desaparecía el diabluma, siendo trasladado ya sea a la Esperanza, Tabacundo, Cayambe o Juan Montalvo, pueblos que están a decenas de kilómetros de distancia a fin de poner orden en los partidos de aruchicos que carecían de un buen líder; enseñaba a esos diablumas, se enfrentaba con otros y enseguida volvía a Tocachi envuelto en otro huracán.
Había bailado durante once fiestas de San Juan, San Pedro y San Pablo, y solamente le tocaba por bailar el año número doce. Se encontraba satisfecho de todo lo que había hecho en las fiestas, solo que cuando tenía que sacarse el diabluma sentía nostalgia, porque al instante perdía todos los poderes sobrenaturales, quedándose como un hombre normal, común y corriente, sin poder realizar las hazañas extraordinarias que sorprendían a los curiosos.
En este tiempo sucedió que un picapedrero al partir una roca de una de las quebradas de Tocachi, vio asombrado que en uno de los pedazos abiertos apareció esculpida la efigie de la Virgen María, del tamaño de unas tres pulgadas por lo que los fieles le bautizaron con el nombre de la "Niña María". Trasladada al templo del lugar se empezó a programar las celebraciones en homenaje a María, el 8 de Septiembre.
La fiesta sería grandiosa, con víspera, priostes, champizas, música, toros de pueblo, volatería y bebida abundante. Cada barrio debía preparar la entrada de la chamiza arrastrada por las yuntas y precedida por una comparsa.
Fue nombrado por unanimidad el Rigo Mafla como organizador de los bailes, pues era el "Pablo" principal de Tocachi, con la benevolencia además del señor cura y del presidente del comité de fiestas de la "Niña María".
Llegado el día de la fiesta, las comparsas entraron en la plaza principal del pueblo al mando del Rigo Mafla; la banda de músicos tocaba alegres tonos para los disfrazados; la gente los aplaudía con alegría. Cuando les tocaba pasar frente a la puerta principal de la iglesia, los bailadores hacían una ligera genuflexión casi imperceptible y una venia en honor a la Niña María, tocándole también realizar a nuestro personaje.
Pero en el momento en que culminó esta reverencia descrita, apareció un gigantesco huracán en medio de la plaza y se trasladaba amenazador a girar al frente del capitán de las comparsas hasta envolverlo completamente en medio del griterío de todo el pueblo, llevándose en cuerpo y alma en su interior y no aparecer hasta la fecha, pues el contrato diabólico no contemplaba que baile en homenaje a la Virgen.
Recuentos Populares, Inti, 1993.