LA SIRENITA DE LA FUENTE DE PUNYARO
Fuente oral: Ángel Rueda Encalada
Recopilación: Dorys Rueda
Otavalo, mayo, 1990
En tiempos remotos, una sirenita de extraordinaria belleza solía aparecer en la Fuente de Punyaro, justo a la medianoche. Durante una hora, su canto angelical resonaba por todo el lugar, llenando la noche de una melodía tan encantadora que cualquiera que la escuchara quedaba hechizado. Los habitantes, al despertar en sus casas, decían: “Ya empezó el concierto de la sirenita”.
Aquellos que no temían a la oscuridad se aventuraban hasta la Fuente, deseosos de verla cantar, pero la sirenita, tímida y reservada, se escondía entre las aguas, sin dejar de entonar su música celestial.
En una ocasión, un apuesto joven, cautivado por la dulce voz de la sirenita, decidió dirigirse a la Fuente con la esperanza de contemplarla. Aquella noche, la sirenita, por primera vez, se dejó ver: era mitad mujer y mitad pez. De la cintura hacia arriba, tenía el cuerpo más hermoso que el joven hubiera visto jamás, con largos cabellos que caían en suaves ondas sobre sus hombros y de la cintura hacia abajo, una larga y reluciente cola de pez que brillaba bajo la luz de la luna.
El joven se acercó con cautela y poco a poco una amistad especial floreció entre ellos. Se encontraban cada noche y con el tiempo, ese vínculo se transformó en un amor profundo y puro. El joven, tan enamorado de la sirenita, nunca contrajo matrimonio, dedicando su vida a esos encuentros nocturnos en la Fuente. Vivió muchos años, pero la muerte finalmente le alcanzó en la vejez, llevándose consigo la historia de su amor secreto.
La sirenita, inmortal y ahora sola, nunca dejó de cantar, pero tras la muerte de su amado, su canto cambió. Lo que antes era una melodía celestial, se convirtió en un lamento desgarrador que resonaba a través de la noche. Los habitantes cercanos, al escuchar su triste canción, decían con pesar: “Son los sollozos de la inmortal sirenita”.
Con el paso de los años, la leyenda de la sirenita y el joven enamorado se convirtió en parte de las historias que se contaban alrededor de la Fuente. Se decía que, en noches de luna llena, si uno escuchaba atentamente, podía oír en el lamento de la sirenita los ecos de un amor que trascendía el tiempo. Un amor tan fuerte que ni la muerte pudo apagarlo por completo.
INFORMANTE
Fue un autodidacta que impulsó la modernización de la ciudad de Otavalo y logró cambios enormes para su ciudad, como la automatización de los teléfonos, la construcción del Banco de Fomento, la llegada del Banco del Pichincha, la edificación del Mercado 24 de Mayo, la construcción de la Cámara de Comercio, la reparación del templo El Jordán y la reconstrucción del Hospital San Luis.
Por décadas, fue benefactor de las escuelas Gabriela Mistral y José Martí. Fue fundador de varias instituciones de la ciudad, de donde desplegó su actividad a favor de la comunidad. Fue presidente de la Sociedad de Trabajadores México y del Club de Tiro, Caza y Pesca. Formó la Cámara de Comercio, trabajó para ella y fue su Presidente Vitalicio.