Se cuenta que un chofer que manejaba un bus se acercaba a Otavalo a la medianoche. Al pasar por el Lago San Pablo, divisó a tres religiosas que le pidieron detenerse. Como no venía con pasajeros, pensó que no estaba mal ganarse unos centavitos. Paró el bus y las monjitas se subieron rápidamente, no llevaban equipaje.
Las religiosas le contaron que no habían conseguido transporte por lo avanzado de la hora y le pidieron que las llevara al convento de Las Marianitas, que quedaba en el centro de Otavalo. Al llegar, una de ellas le dijo que por favor esperara un ratito por el pago, hasta ir por el dinero que tenían dentro del convento.
Pasaron largos minutos y el chofer, cansado de esperar, se bajó del bus y golpeó con fuerza la puerta del monasterio. Una monjita, distinta a las tres que había recogido en la carretera y habían entrado en la casa, abrió la puerta y le pidió explicación por tan extraño comportamiento. El hombre le contó todo lo sucedido. La monjita le dijo que debía estar confundido, porque ella era la hermana portera y hasta ese momento, nadie había ingresado o salido del lugar.
El hombre, sin comprender, se puso lívido. Entonces, la religiosa, al ver cómo se había descompuesto, le invitó a entrar para brindarle un poco de agua. Al ingresar a la salita de espera, el chofer observó tres retratos colgados de la pared. Las reconoció de inmediato, eran las hermanas que él había traído en su bus y que hace rato habían entrado en el convento.
Ahora, era la monjita la que se puso pálida y para que le pasara la fuerte impresión, también bebió un poco de agua. Le contó que hace algunos años, a las tres religiosas se les encomendó fundar el convento. Una vez que este había sido construido, las hermanas murieron, cuando el carro en el que iban rumbo a Quito se estrelló a la salida de Otavalo. La gente que auxilió a los accidentados nunca encontró los despojos de las monjitas. En la carretera aparecieron, en su lugar, tres ramos de rosas blancas
Solo entonces, el hombre comprendió que había viajado con tres almas benditas. En fin, dijo: "por lo menos no llegué solo a Otavalo".
Informante
1 Ángel Rueda Encalada (Otavalo: 1923-2015)
Fue un autodidacta que impulsó la modernización de la ciudad de Otavalo y logró cambios enormes para su ciudad, como la automatización de los teléfonos, la construcción del Banco de Fomento, la llegada del Banco del Pichincha, la edificación del Mercado 24 de Mayo, la construcción de la Cámara de Comercio, la reparación del templo El Jordán y la reconstrucción del Hospital San Luis. Por décadas fue benefactor de las escuelas Gabriela Mistral y José Martí. Fue fundador de varias instituciones de la ciudad, de donde desplegó su actividad a favor de la comunidad. Fue presidente de la Sociedad de Trabajadores México y del Club de Tiro y Pesca. Formó la Cámara de Comercio, trabajó para ella y fue su Presidente Vitalicio.
(M. Esparza, presidente de la Cámara de Comercio de Otavalo, comunicación personal, julio 12, 2015).