El alma en pena es un elemento espectral que aparece, de distinta manera, en las leyendas del Ecuador. Es un espíritu o un aparecido que ronda sin descanso en el mundo de los vivos.
En las leyendas, aparece como un ser que no está en paz, sufre y se lamenta, posiblemente porque en vida tuvo una vida disoluta o cometió actos injustos, impuros e indebidos. A lo mejor no cumplió una promesa o quizá, realizó acciones más graves como el suicidio o el asesinato.
Camina sin rumbo, perdido entre los vivos, porque no puede ir al “otro mundo” o porque no sabe cómo hacerlo.
Necesita de manera constante las oraciones y rezos de las personas vivas, para liberarse de la carga que lleva consigo. Todo, para que Dios se apiade de su dolor o condena y pueda ir al “más allá”.
Las almas en pena, en algunas leyendas, viven en las casas y ciudades donde moraron en vida. Salen a las doce de la noche y recorren los sitios donde se dieron, probablemente, trágicos sucesos. También caminan alrededor de las iglesias y de los cementerios.
En algunos relatos, se las ve formando parte de una procesión, tal como sucede en la leyenda otavaleña: “La caja ronca: el cortejo fúnebre”, Las ánimas caminan como si llevaran una carga en sus pies y cantan una melodía espeluznante, que pone a cualquiera los pelos de punta.
Los ruidos están en relación con la presencia de las ánimas y con el horror de los vivos al escuchar estos sonidos. Surgen ruidos fuertes, como cadenas, tambores y flautas que anuncian su llegada. En la leyenda otavaleña: “Las almas del Purgatorio”, por ejemplo, las panaderas de la calle Sucre, a las doce de la noche, escuchan golpes de cadenas que vienen del templo de San Luis. Golpes que aumentan paulatinamente, con más fuerza, cada vez. El sacerdote les cuenta que muchos años atrás, en la parte posterior de la iglesia, había existido un cementerio.
Ciertas leyendas también revelan la devoción de los vivos por las ánimas benditas. Un fervor que tiene relación con la noción de “Purgatorio”, lugar de purificación de los humanos, antes de entrar al cielo.
A través de las plegarias y súplicas que se hace por los amigos y los miembros de la familia que han muerto, los que no entraron al cielo y están en el Purgatorio pueden salir de ese estado para pasar al cielo. Todo lo que se rece por esas almas, le llegará a Dios.
Una vez fuera del Purgatorio, las ánimas pueden ser intercesoras ante Dios. Le ruegan con una devoción muy grande por quienes fueron sus benefactores y rezaron tanto por ellas. Por esta razón, Dios escucha sus ruegos, tal como sucede en la leyenda guayaquileña: "Procesión de ánimas”, cuando la esposa de don Silvestre enciende ocho ceras ante el cuadro de las ánimas, solicitando fervorosamente su intercesión para que se cure su esposo. Después de las oraciones, Don Silvestre, poco a poco, se restablece.
ALMAS SANTAS
En la Costa y Sierra del Ecuador se afirma que son los espíritus de aquellas personas fallecidas que se encuentran en el purgatorio. A medianoche suelen salir en procesión por los alrededores y las iglesias y cementerios.
Las personas que han logrado verlas señalan que su rostro, sumamente pálido revela angustia de muerte y sus ojos hundidos destellan luces de hierro candente. En la cabeza llevan cucuruchos blancos y van envueltas en largas y vaporosas túnicas del mismo color.
Por las mangas se asoman unas huesudas manos que sostienen grandes cirios de luz mortecina y al desfilar pausadamente, sin topar el suelo, repiten: “Rogad a Dios hermanos por el rescate de las almas que están en el purgatorio”. Estos atormentados espíritus necesitan de las plegarias y oraciones de sus deudos para salir de este sitio de purificación y dolor.
En algunos pueblos de las provincias del centro-norte serrano, desde tiempos coloniales hasta la actualidad, ciertas personas se disfrazan de almas santas en las procesiones de Semana Santa.
En su vestimenta se destaca un capirote descomunal de 5,10 y 12 metros de altura, hecho de chaguarquero, pingos o carrizo, cubierto por un turbante de tela negra y blanca del cual caen cintas de colores. El traje se completa con una falda y, en tiempos pasados, llevaba una cola muy larga que era sostenida por un niño vestido de blanco.
En la colonia las almas santas solían llevar en sus manos una espada, pero en la actualidad sólo portan un crucifijo.
En otros pueblos de esta misma región, nueve días antes del 2 de noviembre aparece el animero, un devoto que a medianoche recorre las calles que llevan al cementerio, rezando por las almas. Se cree que ellas lo acompañan en su recorrido, peo el animero nunca regresa a ver hacia atrás, oiga lo que oiga.
Estas almas siempre acuden al llamado de sus devotos para defenderlos de cualquier peligro, y en varias ocasiones han realizado diversos milagros.
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