Mojanda está en el cráter de un volcán inactivo de la Cordillera Oriental de los Andes, al Norte del Ecuador, en la provincia de Imbabura, a 17 kilómetros de la ciudad de Otavalo. En este cráter reposan tres hermosos lagos que están entrelazados entre sí por pastizales y matorrales, por los senderos de páramo:

  • La Laguna mujer, conocida como La Chiquita
  • El lago hombre (Caricocha),  conocido como Grande
  • Yanacocha, conocida como La  Laguna Negra
  
ÑAUSACOCHA
Por: Miguel Ángel Puga

 Muy cerca de la laguna Caricocha o Grande, hacia el sur, se halla una lagunita llamada Ñausacocha o Chiquita que pertenece al sistema lacustre de Mojanda y que está a 3696 m. de altitud. Por la orilla de la Ñausacocha y Caricocha pasaba el camino antiguo de los indios, transitado después por los españoles y sus descendientes hasta bien entrada la Colonia.

 Hasta ahora se ve al lado de la pequeña laguna (al cruzar a la grande, según cuenta don Alejandro Boada) una roca alta, vertical denominada la Yumba, donde antes los transeúntes arrojaban piedrita y que después los indios otavaleños ponían espermas para que les fuera propicio el paso por la temida laguna.
 
La Laguna chiquita “gozó” en el pasado, de mala fama; pues transeúnte que pasaba por su orilla podía ser tragado por ella, ya que las aguas se alzaban borboteando, siguiendo al pasajero que era alcanzado y arrastrado al fondo.
 
Cuentan los indios que, enfurecida la laguna, sólo pudo ser dominada por el conjuro de los brujos que caldeando una roca la hicieron rodar desde el borde del cráter, con lo cual quedó ciego el blanquecino ojo de la laguna, y por esa razón se la llama también laguna ciega. Tal nombre se debe a la leyenda de ser “brava” o de encrespar sus olas. Para dominarla los brujos habían caldeado una roca haciéndola rodar hasta el fondo, por lo que exclamó: “¡Ñausarcanquichic, me habéis cegado!”
 
Dos indios que traían una campana para la iglesia de Tabacundo fueron alcanzados por las aguas de la laguna brava y hundidos para siempre en ellas. Cuentan que por mucho tiempo se oyó repicar y que en Viernes Santo se escuchaban en estas campanas que daban las horas. Otra ocasión, un paje de un padre doctrinero fue tragado junto con el gallo que llevaba. ¡Así de peligrosa era la laguna!
 
Pero, cierta ocasión pasó por la orilla un yumbo, las aguas se embravecieron y le siguieron al yumbo; más, éste se subió a la loma cercana sin ser alcanzado. De inmediato se le vino a la mente un plan siniestro para vengarse del pequeño monstruo lacustre. Volvió a pasar por la laguna, esta vez acompañado de mucha gente. Mandó a prender fuego, cogió una piedra redonda enorme como rueda, la metió en el fuego hasta que esté al rojo vivo y esperando el preciso momento en que las aguas se convulsionen, apuntó bien e hizo rodar la piedra encendida acertándole en el ojo a la laguna. Había sido el único ojo grande que había tenido el monstruo lacustre, el cual como otro Polifemo herido por Ulises, se retorció de dolor y gritó mientras temblaban las lomas cercanas. “Ay dolor, me has dejado ciega para siempre".

Quedó quieta y mansa la laguna, sin lágrimas para llorar. El yumbo le había cegado para siempre, librando a la humanidad del feo monstruo del Mojanda. Desde entonces la lagunita es tranquila y apacible y sirve de abrevadero al ganado que pace en los páramos del cerro.
 
Hay otra versión de la furia de las lagunas de Mojanda. Se cuenta que la laguna Negra era la más brava de las tres. Devoraba a quien osaba reposar en sus orillas.
 
El Cóndor Enamorado, Taller Cultural Retorno, 2005.
 
 
Fotografía: Lagunas de Mojanda, Otavalo-Ecuador.

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  • homeLa autora Dorys Rueda, 13 de Febrero del 2013.
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  • mapOtavalo, Ecuador, 1961.

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