Una vez, un hombre llamado Juan se chumó y le pegó a su mujer. Entonces, ella cansada de tantos maltratos, huyó con el hijo. Esta pareja tenía una hacienda fuera del pueblo y la mujer cogió una camioneta de trabajo y se llevó su bebé hacia el pueblo, muy enojada y resentida. Al darse cuenta de esto, Juan para alcanzarla, cogió uno de sus caballos y la siguió. Cuando estaba entre los árboles y sintió que el caballo empezó a asustarse, a mostrarse inquieto y empezó a corcovear. De repente, él sintió que el caballo no avanzaba y que alguien tras de él lo agarraba con dos manos pequeñas, que se ajustaban a su camisa.
Dice que, cuando él regreso a ver, vio la punta de un sombrero, y cuando regresó a ver a su cintura, vio unas manos pequeñas y casi transparentes con las uñas largas y arrugas ( o sea viejas). Juan sintió que botaba espuma por la boca y empezó a gritar malas palabras porque sabía que era el duende. Después de esto, Juan empezó a rezarle a la Virgen de la Peña y no quería regresar a ver por nada.
Juró a la Virgen que nunca más volvería a pegarle a su esposa y empezó a gritar malas palabras. Después de un momento, el caballo se tranquilizó y él cabalgó hasta el pueblo donde llegó vomitando y sintiendo mal, casi desmayado. Después de eso, las señoras del pueblo le llevaron hasta su casa, lo cuidaron y le hicieron una limpia con hierbas. Se dice que Juan nunca más volvió a pegar a su mujer ni a su hijo, y que, de esa fecha en adelante, casi nunca se emborrachaba.