
Hace un tiempo no muy lejano, cuando era joven, en una conversación de amigos me dijo uno de ellos de nombre Gabriel: “¡ala, Telmo! Cómo te va con la Luzmila”. Yo le contesté: “avos que te importa, carajo, dejarás de molestar…”. Mis amigos comentaron que mi enamorada era una bandida de esas. Sin embargo, yo no les creí, pero claro, si tenía mis dudas. El sufrimiento era tan grande igual que mi amor por Luzmila.
Esa noche no pude dormir pensando en la mujer que cautivó mi corazón y por mi mente cruzaba mil cosas ¿qué hacer para poder cautivar el corazón de aquella hermosa mujer? Al día siguiente desperté más triste que ayer, al dirigirme a trabajar al campo para el cultivo de las papas, me encontré con mis amigos los mismos que afirmaban: “Ve Telmo deja de ser moribundo, achicopalado por la Luzmila, vos aquí sufriendo y ella dándose buena vida”. En eso se acercó una persona conocida y manifestó: “Caracho guambra no sufra yo tengo el remedio para curar esa herida”. Le dije yo: “A ver cuente don Nicanor”.
“Verás muchacho para conquistar a una mujer hay que entrar en el cementerio, robar el hueso de un cadáver, hervirlo en un perol de agua y tomarse pensando en esa mujer. “Verás como la tienes a tus pies”. Entonces madrugué una noche de luna llena para ir desde San Francisco de Cumbaltar hasta el cementerio de San Gabriel, allí estuve en eso de las dos de la mañana, tomé coraje y me entré sin respeto, de una tumba lo que alcancé a sacar fue la calavera. Cuando quise salir del cementerio más adelante estaba un hombre alto, vestido de negro, parado en medio de la puerta. Me asusté, pero pensé seguramente era el panteonero. Por esto lo esquive derrumbándome por una zanja para caer a la carretera. Empecé a caminar ligeramente llevando la calavera. Muy pronto escuché que murmuraba mucha gente detrás de mí, ante lo cual pegué la carrera sin regresar a ver; parecía que alguien me agarraba de atrás. Apenas llegué a la casa entré al cuarto y asegurada la puerta me pasó un poco el miedo, me di cuenta que ya eran las cinco de la mañana.
Mi padre muy enojado me preguntó:” ¿dónde estabas carajo? Ya se hace de día, ve rápido al ganado”.
Toda la jornada fue muy tranquila en el trabajo, yo seguía pensando en mi Luzmila buscando la manera de cuando hervir la calavera, sin que mis padres se den cuenta. Llegué a casa ya en la noche, entre eso de las 8, y empecé a sentirme muy nervioso, mi papá se dio cuenta y exclamó: carajo siéntate, qué te pasa que estás de allá para acá”.
A la medianoche se escuchó un fuerte tropel y empezaron a empujar la puerta. Yo acostado estaba temblando del miedo, parecía que alguien me estaba jalando los pies. Mis padres pusieron agua bendita en la entrada de la puerta, pensando que yo estaba enduendado, en fin, parecía que ya me llevaban los diablos.
Mi papá enojado me preguntó:” ¿qué te pasó o qué hiciste? “. Le conté todo. En se mismo instante nos fuimos a dejar la calavera al cementerio. Mi papá llevaba agua bendita y reliquias, iba rezando durante todo el camino sin regresar a ver. Al llegar al cementerio vimos en la puerta a una sombra negra que se elevaba por el cielo sin cabeza. Esta es la puritica verdad. Por más señas lo viví en carne propia.
Varios autores, Leyendas, Tradiciones y cultura popular de Montufar, 2023.
