
Mi abuelo es de Cuenca, y a él siempre le gusta contar leyendas del pueblo en el que creció. Una de ellas era la famosa historia de Cuenca, que era de los Gagones, y de la historia de don José. Él sabía decir que era un ser imaginario, al que generalmente le atribuían la figura de un perro blanco falderillo. Este animal, que aseguraba la gente del pueblo, aparecía tan solo por la noche y daba gemidos semejantes a los que produce un niño de pocos días de nacido. Pero mi abuelo decía que ellos solo aparecían cuando mantenían relaciones ilícitas con personas de parentesco muy cercanas entre sí o que eran compadres de sangre.
Había quienes guardaban la creencia firme de que, si se lograba agarrar al gagón, tenían que ponerle un carbón arriba de los ojos. Al otro día, aparecía el tizne en la frente de quienes vivían amancebados. Pero mi abuelo contó que estos animalillos, después de andar por todo el pueblo, desaparecían sin dejar rastro de que hubieran estado por ahí.
Mi abuelo me dijo que un señor llamado José un día salió a trabajar, y como siempre tomaba el mismo camino, pero ese día lo tenían cerrado por motivo de lluvia. Pero había otro camino que nadie se atrevía a pasar. Ya era de noche y tenía que ir a casa temprano. Cuando estaba en el camino, se topó con una cueva y algunas personas lo vieron que él entró a esa cueva. Esa cueva era conocida como la casa de los gagones. El señor entró, pero desde ahí nunca más lo volvieron a ver salir.
La gente del pueblo empezó a contar que, en las noches, se escuchan susurros y risas extrañas provenientes de la cueva. Se decía que al haber atrapado al señor, ahora se divertían imitando su voz para atraer a los curiosos. Aquellos que se atreven a pasar cerca de la cueva sienten un escalofrío y una presencia que los observa desde la oscuridad. Y así, el lugar se convirtió en un sitio que todos evitaban, pues quienes han intentado entrar nunca regresan para contar la historia, al igual que don José.
Mi abuelo dijo que él trató de ir, pero esa cueva siempre le dio miedo, mientras que, si vas en la noche, saben aparecer sombras o don José.