Por: Alonso Flores
En las afueras de la ciudad de Puyo, camino a la población de Shell, en el sector que hoy es el barrio “El Dorado”, existe todavía un riachuelo por el camino viejo. En este manantial, moradores longevos, dicen que algunas personas lavaban oro y por ese motivo es que a este lugar le llamaron como el metal dorado; pero los minadores al parecer eran molestados por un extraño ser.
Claro, a poca distancia de la quebrada en medio del camino existía una gran piedra solitaria, por lo que los viajeros se veían obligados a dar un rodeo, parecía un espacio enigmático y retirado. Cuentan los caminantes, que subido a esta piedra aparecía el diablo, de aspecto horrible, con traje de colores encendidos y que con su silbido penetrante interceptaba especialmente a los incrédulos y trasnochadores para causarles susto y espanto.
Los viajeros tenían mucha preocupación al pasar por este paraje, por temor a encontrarse con el maligno. Un lugareño que todavía vive en la zona, narra que algunas personas habían sido llevadas monte arriba y que para regresar al camino se les hacía difícil, porque tenían golpes en el cuerpo.
Los vecinos de la comarca se pusieron a discutir que si la piedra tenía al diablo, o el diablo tenía a la piedra como un talismán, y dijeron: -Pongamos una piedra pequeña junto a la gran piedra a manera de tributo. Creyeron que por esta acción no serían molestados cuando transiten por el lugar, pero las piedras se iban acumulando y se interrumpió el paso por la carretera.
Los pobladores solicitaron a algunas autoridades para que sea retirada la piedra; vinieron hombres con un poderoso taladro y explosivos. Una tarde, que nadie recuerda, la piedra voló en mil pedazos.
A la mañana siguiente, todas las piedras habían desaparecido y la gente preguntaba: ¿Dónde se habrían llevado?, y pensaron en el diablo. Al poco tiempo aparecieron más de ochenta montículos en los extensos terrenos de la hacienda Zulay y que los trabajadores las llamaban las “lomas del diablo”.
El caso despertó gran interés, por lo que llegaron investigadores y estudiosos en arqueología y determinaron que estos montículos eran “tolas” de culturas antiquísimas y que tienen mucho valor para la historia de Pastaza. No son lomas del diablo como la gente creía, y se cuenta además que en estos tiempos ochocientas familias tratan de apoderarse del lugar a toda costa.
Leyendas Amazónicas y de mi ciudad, Casa de la Cultura Ecuatoriana Napo, 2011.
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