Hace mucho tiempo, en la isla de San Cristóbal, había una imagen de la Virgen llamada La Inmaculada, que todos querían mucho. Esta imagen estaba en la iglesia de Puerto Baquerizo Moreno, pero también había otra imagen en el pueblo de El Progreso, y todos en la isla contaban historias sobre los milagros que pasaban gracias a ella.
Al principio, cerca del muelle había un gran edificio que servía para muchas cosas. Después de la guerra, los misioneros llegaron y lo convirtieron en una capilla, donde pusieron una imagen de la Virgen del Quinche.
La gente de El Progreso quería tener a los misioneros más cerca, así que les pidieron que se mudaran al centro del pueblo. Fue entonces cuando la Virgen del Quinche se fue, y la gente pensó que sería genial tener una imagen de La Inmaculada, que representaba la pureza. Las niñas de la isla hacían promesas a la Virgen antes de empezar sus estudios.
Un día, cuando las religiosas no aceptaron mudarse, los habitantes decidieron ir a buscar la imagen y llevarla con ellos. Pero cuando intentaron cargar la Virgen, algo extraño pasó: ¡se volvió tan pesada que no pudieron moverla! Fue entonces cuando se dieron cuenta de que la Virgen no quería separarse de los niños y niñas de la playa.
Después de este milagro, todos se mudaron para vivir cerca de la playa y cada domingo se reunían en la iglesia para rezar. Desde ese día, la Virgen Inmaculada unió a todos los habitantes de la isla, y su amor y devoción nunca dejaron de crecer.