Hace muchos años, en un hermoso lugar del Oriente de Ecuador, había una cascada mágica llamada "La Cascada del Duende". Esta cascada estaba rodeada de un paisaje tan hermoso que parecía salido de un cuento. La gente decía que un pequeño duende, protector de la cascada, vivía cerca, cuidando la naturaleza y todo lo que lo rodeaba.
Un día, una familia decidió hacer un viaje a este misterioso lugar. Al llegar, se sorprendieron por la belleza del paisaje. La cascada era tan grande y fuerte que parecía tener vida propia. Mientras caminaban alrededor, la mamá de la familia vio una piedra cerca del agua. Le pareció tan especial que decidió tomarla para llevársela a casa. Pero, antes de hacerlo, un hombre que estaba cerca le dijo: "Debes pedir permiso al espíritu del lugar antes de tomar algo de la naturaleza". Sin embargo, la mamá no le hizo caso y se llevó la piedra sin pensarlo más.
Después de tomar la piedra, la familia continuó explorando, pero algo muy extraño sucedió. Un hombre pequeño, con una mochila, apareció frente a ellos. Lo saludaron, pero él no les respondió y caminó por la carretera. La niebla estaba tan densa que apenas podían ver, pero cuando miraron bien, se dieron cuenta de que el hombre había cruzado un lugar donde no había tierra, solo un profundo precipicio. Y en un abrir y cerrar de ojos, desapareció, como si hubiera caído al vacío.
Cuando llegaron a casa, algo raro pasó. Esa noche, en el lugar donde habían dejado la camioneta, los perros comenzaron a ladrar sin parar, mirando hacia el vehículo. Las puertas del carro hacían ruidos extraños y lo más raro de todo: ¡cayó granizo solo alrededor del vehículo!
Al ver lo sucedido, la mamá se preocupó y decidió buscar la piedra, pero ya no estaba. ¡Había desaparecido! Todos se quedaron sorprendidos y fue entonces cuando la abuelita les dijo: "Creo que el duende vino a llevarse la piedra. La naturaleza tiene fuerzas misteriosas que debemos respetar".
Desde entonces, la familia aprendió que siempre debemos pedir permiso antes de tomar algo de la naturaleza, porque todo en ella tiene un propósito y si no la respetamos, pueden suceder cosas muy extrañas.