LEYENDA DE LA PROVINCIA DE PICHINCHA
 

 

 

Informante oral: María Ana Quishpe, Ángelo Sánchez
Transcripción y adaptación: Dorys Rueda
Quito, noviembre 04, 2022

 

Hola, soy Ana María Quishpe y quiero contarte una historia increíble que me pasó cuando era niña. Era un día de octubre, con el cielo azul y despejado. Mi mamá, mi hermana menor de 7 años y yo decidimos ir a Quito Sur a atrapar catzos. Los catzos son unos pequeños escarabajos que vuelan, y nos encantaba perseguirlos. ¡Nos esperaba una gran aventura!

Caminábamos muy contentas, riendo, hablando y también jugando mientras seguíamos el camino. Todo iba bien hasta que llegamos a una quebrada en Solanda. De repente, frente a nosotras, apareció un hombre desconocido. Nos miraba fijamente y nos hizo señas con la mano, como si quisiera que lo siguiéramos. Al principio pensamos que tal vez quería ayudarnos, pero había algo extraño en él. ¡Qué miedo!

El hombre se acercó más y, de pronto, intentó tomar la mano de mi hermanita. ¡Qué susto! Pero mi mamá, que siempre ha sido muy valiente, la abrazó fuerte y con una voz decidida le dijo al hombre: “No vamos contigo a ningún lado”. Él se quedó quieto, mirándonos sin decir nada. Nosotras, sin perder tiempo, subimos a una colina cercana donde nos pusimos a atrapar los catzos. Fue una tarde muy divertida persiguiendo a esos pequeños escarabajos.

Cuando terminamos y tuvimos que volver por el mismo camino, el hombre ya no estaba. ¡Qué alivio! Nos sentimos tranquilas y seguimos nuestro camino de vuelta a casa. Pero al llegar, algo raro pasó: mi hermanita comenzó a sentirse mal. Se veía pálida y parecía que le dolía la cabeza. Mi mamá, preocupada, la llevó al doctor al día siguiente, pero los medicamentos no la ayudaron.

Entonces, mi mamá decidió llevarla a un pueblo llamado Mulalillo, en la provincia de Cotopaxi, donde vivía un curandero. Él sabía mucho sobre remedios naturales y plantas medicinales. Cuando vio a mi hermanita, le dijo a mi mamá que su enfermedad se debía a la presencia de aquel hombre que vimos en la quebrada. Le explicó que probablemente ese hombre era "El cuco", un ser misterioso que intentó llevársela.

Mi mamá y mi hermana se quedaron en el pueblo durante un mes, y gracias a los cuidados del curandero, mi hermanita comenzó a recuperarse poco a poco. Le hicieron una limpieza especial para asegurarse de que estuviera completamente bien y cuando regresaron a Quito, ¡ya estaba totalmente sana! Hoy en día, después de tantos años, sigue muy saludable, pero nunca olvidamos lo que pasó aquel día. Desde entonces, nunca volvimos a pasar por esa quebrada de Solanda. A veces, al recordar lo ocurrido, sentimos un pequeño escalofrío.

Moraleja: Siempre confía en las personas que te cuidan y escucha sus advertencias. A veces, el valor y la intuición de una madre o de alguien cercano nos pueden proteger de situaciones extrañas o peligrosas.

 

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  • homeLa autora Dorys Rueda, 13 de Febrero del 2013.
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  • mapOtavalo, Ecuador, 1961.

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