Quisiera contarle lo que muchos años atrás en un pueblo de Manabí pasó, de dos amigas que se amaban y cómo una murió.
Dos familias muy unidas eran los García y los Mendoza. Ambas tenían una hija joven y bien hermosa. La amistad de sus padres a ellas trasmitieron, amistad que ellas comprendieron.
Se estimaban con locura y juraron con su sangre que su hermandad durara hasta que Dios lo mande.
Cierta día conversaron un buen rato y una de ellas sugirió: formulémoslo un pacto. La otra muy juiciosa le comenzó a preguntar ¿en qué consiste el pacto, que iban a concretar? La que primero muera a la otra tendrá que visitar, trayendo la noticia cómo es el más allá.
Dicho pacto se firmó, pues de acuerdo estaban las dos. Cogiéndose de las manos el pacto fatal se selló.
Los meses y los años a sus vidas llegó, pero la amistad de ellas en ningún momento cambió.
Pero cierto día, al hogar de los García, la fatalidad llegó. La joya de la casa con una enfermedad mortal enfermó.
Los García y los Mendoza no podían comprender por qué la vida se ensañaba con tan frágil ser.
Los días transcurrieron y la bella docenlla empeoró, su amiga muy querida en ningún momento de ella se separó.
Ya casi agonizante le volvió a decir: el pacto que ellas firmaron se tiene que cumplir.
Con un fuerte abrazo confirmaban aquel macabro pacto, a los pocos días la joven García murió.
Los Mendoza acompañaron a los García con su tremendo dolor.
Al otro día todo el pueblo acompañó, a darle el último adiós.
A partir de esa noche se le comenzó a rezar, nadie esperaba lo que a los Mendoza les iba a pasar.
Habían pasado neuve días en que la joven murió, cuando en casa de los Mendoza un grito macabro se escuchó.
En el cuarto de la joven algo espantoso pasó -El ánima de su amiga del más allá regresó.- Cumpliendo lo pactado.
Con un aspecto de ultratumba y con los pelos encrespados le pedía a su amiga que la librara de lo pactado.
¡Por tu culpa, estoy sufriendo tremendo dolor!, pide a Dios que nos perdone por semejante error.
Y eso pasó todos los días, muchas veces, sin hallar la solución, los García y los Mendoza, se unieron en oración.
La hija de don Mendoza se unía en meditación. Casi en la locura gritaba. Yo te libro de semejante abominación.
Muchos días pasaron y las apariciones ya no eran frecuentes, pero todo lo que había pasado la joven Mendoza lo tenía en su mente.
Una sabia decisión tomó, pidiéndole a sus padres que la acompañen en oración y a partir de ese instante al convento fue a parar, pidiendo todos los días que Dios le llegue a perdonar.
Ambas familias perdieron a un ser querido, por cosas de muchachos que lo hicieron sin sentido.
Yo te cuento esta historia para que te pongas a meditar, con las cosas que no conoces no vayas a pactar.
Mitos y Leyendas Ecuatorianas, Ariel Clásicos Ecuatorianos, 2015
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