Por:  Gonzalo Díaz Troya

 

LA DUENDA DEL POZO DE AGUA

Una Leyenda de la Costa

 

La pared de tucos de caña que sostenía la tierra del barranco había cedido. El pequeño pozo había quedado cubierto. El ojo de agua a borbotones expulsaba el líquido que se entremezclaba con la tierra café oscura que lo había cubierto. Pablo Cuje, al llegar a aquel lugar, sin perder tiempo, empezó a retirar el lodo acumulado. Con gran vigor introducía sus brazos en el barro y arrastraba lo que más podía. La mañana se presentaba generosa en luminosidad. Las gotas de sudor empezaron a rodar por la frente del joven hombre, que sin distraerse proseguía su labor.

El tiempo transcurría. El fresco viento mañanero hacía más llevadera la tarea iniciada. A medida que retiraba lodo, el pozo nuevamente empezaba a tomar forma. El sonido cercano de unas pisadas diminutas lo distrajeron; se quedó inmóvil. Lentamente levantó la mirada para observar el lugar de doonde provenían. Su rostro violentamente palideció, apenas pudo lanzar un entrecortado grito antes de perder el conocimiento.

Sus hermanos que merodeaban el lugar, acudieron en veloz carrera en su ayuda. Y allí lo encontraron, tirado de espaldas sobre el barro. Inmediatamente lo trasladaron al pueblo. El médico logró que Pablo recuperara el conocimiento. Sin embargo, había perdido el habla y la visión. Sus esfuerzos por volver a ver y emitir sonido alguno se reflejaba en la expresión de su rostro, que delineaba gestos de una silenciosa desesperación.

Al día siguiente recuperó plenamente sus facultades. Contó que había escuchado, a unos cuantos metros, por arriba del barranco, unos pasos. Que al levantar la mirada, observó a una mujer con un gran sombrero, con el cabello que le caía sobre la cara que apenas dejaba observar un rostro arrugado y una dentadura de puro oro que destellaba a la luz del sol. Según decía, emitía una risa espantosa. Sus familiares, convencidos de que algo maligno, que no es de este mundo, lo había visitado, optaron por llevarlo al curandero del pueblo.

No había duda alguna, según el curandero, la duenda se había enamorado de Pablo y por eso fue que quiso llevárselo.

 Hay chismes que parecen cuentos,
pero hay cuentos que no son chismes,
Editorial Mar Abierto, 2012.
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  • homeLa autora Dorys Rueda, 13 de Febrero del 2013.
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