Compilador: Brenda Vanegas León
Cuenta Don pepito Herrera, que vive aquí más de 60 años, que cuando él tenía 16 años se fue a la isla Baltra a trabajar con los gringos, allá por el año de 1940 y allí conoció al Sargento Jones, que era un gringo como todos ellos; muy alto, rubio y de ojos azules y que siempre tocaba una música triste en su rondín. Un buen día murió de disentería y mientras moría quiso tocar su música, pera al dar el segundo suplo su espíritu salió del cuerpo y se quedó en la Isla con su rondín. Muchos oficiales le vieron y quedaron muertos del espanto.
Los soldados americanos de esa base decidieron averiguar qué pasaba para dar fin a las muertes misteriosas y al terror que tenía la gente de la Isla y sobre todo por los soldados que se negaban hacer la guardia. Los que se creían los valientes, con dientes de ajo en los pescuezos, con cruces y estacas se pusieron una noche junto a la tumba del Sargento Jones, todos estaban a la espera del regreso de los valientes cuando a las 12 de la noche oyeron la música del Sargento Jones y gritos desesperados; nadie se atrevió a ir a ver lo que estaba pasando; al siguiente día todo estaba igual en la tumba del Sargento Jones, pero de los valientes nunca se supo nada, dicen que el Sargento Jones se los cargó o que ellos o que ellos se fugaron.
Ahora sólo los que no son buenos soldados oyen su música y si no se componen mueren, a mí no me ha llevado porque soy un buen soldado.