
La entrada del sótano me condujo a su réplica: mismo color, mismo peso.
Apoyé la mano, abrí. Detrás, otra.
El gesto se volvió un tic vacío: mano, pomo, paso.
Perdí la cuenta, pero el túnel de clones se interrumpió.
Una puerta se abrió a un aire que no sabía dónde posarse.
Tragué saliva y seguí.
La última me detuvo.
El cuerpo entendió antes que la mente que ya no había hacia dónde avanzar.
Entonces el silencio no estaba vacío.
Ocupaba el lugar.
Dorys Rueda, Cuentos en voz baja, 2026.
