FUI POR LANA Y SALÍ TRASQUILADO

 

 

Sucedió una mañana cuando me acercaba a la casa de uno mis profesores más notables para pedirle una entrevista que incluiría en el libro que estamos escribiendo con una amiga mía.  El libro en cuestión se titula: “Anécdotas del Ecuador”. Con esto pretendemos, no abandonar definitivamente nuestra profesión de maestras y fortificar el gusto por la lectura.

En mi país, afirmo con pena, que existe un porcentaje mínimo de lectores; se añade que los libros son un artículo de lujo, por los precios cada vez más altos y hemos visto en los libros digitales una forma de llegar con historias divertidas a quienes quieran recordar a personajes famosos del país

Acudí puntualmente a la cita, parqueaba mi carro cuando se acercó un señor, nervioso y apurado que me solicitaba salir del carro y mirar cómo había destrozado el suyo. Indecisa y con mucho temor pensé en todas las advertencias sobre robos, estafas y secuestros. No me atrevía a salir, pero, al fin lo hice cuando vi al guardia de seguridad y a la empleada de la casa del profesor que se acercaron.

El señor que reclamaba me dijo:

-Miré como ha destrozado mi carro, le sigo desde el redondel Lincoln, usted dio una curva muy amplia y yo para evitar males mayores me eché hacia la vereda y ahora tengo todo el costado derecho del carro rayado y hundido.

Le respondí – Nunca vi su carro, tampoco oí el claxon. -Seguramente usted es un buen chofer y si eso pasó, debió parar y no avanzar, además en ese sitio que usted señala no hay veredas, tal vez una cuadra más al norte que hay un banco, las veredas están siempre ocupadas.

-Mire señora, no quiero hacerle problema, le enseño mi credencial soy policía.

- Si afirma que he sido yo, aunque no existen evidencias, le aviso que tengo seguro y que llamaré para que solucionen el problema.

- El seguro tiene trámites complicados y el daño es de rayones y un poco hundido en la llanta derecha, mejor arreglamos ahora mismo y no nos compliquemos. Enviaré una foto a mi mecánico para que me diga cuánto cuesta la compostura.

Más muerta que viva le contesté:

-También le enviaré fotos a mi mecánico y si cobra menos prefiero que vayamos allí.

El señor llamó y me pareció que el mecánico esperaba la llamada, contestó inmediatamente y mirando las fotos dijo: - setenta dólares y eso por ser a ti, que eres mi pana.

Yo, no sabía a quien llamar porque no tengo mecánico conocido.

Mientras discutíamos la solución, vi que cinco policías motorizados se acercaban seguidos por una patrulla militar, helada de susto pensé: - el hombre llamó a la policía, pero no es para tanto, si molesta le pago lo que dice y sea acabó.

El señor se acercó a hablar con los policías, pero evitó hacerlo en el lugar en el que estábamos, a los pocos minutos volvió todo nervioso a su carro y me dijo, - tengo que arreglar un problema, pero vuelvo inmediatamente, espéreme aquí, se marchó y nunca más volvió.

Ingenua como soy y pensando que a lo mejor fui la culpable, dejé con el guardia mi teléfono para que me llamara, una hora más tarde pensé que no era prudente y volví a la caseta del guardia para pedirle me devuelva el papelito donde estaba escrito mi número. Así lo hizo.

Tejí miles de historias para finalizar el incidente, conté a los míos el incidente y ellos también hicieron muchas suposiciones.

Acabo de escuchar las noticias y con pánico me entero que el señor en cuestión es uno de los traficantes más buscados, huía de la policía, seguramente guarda mucho dinero, pero en ese instante necesitaba en efectivo para llenar el tanque de gasolina y salir horrorizado de la ciudad porque tenía en su historial varias muertes y a la policía pisándole los pies.

“"Dios, pude haber sido una víctima más," me dije a mí misma. "Me has cuidado y librado de una muerte segura. Confirmo una vez más que Dios es bueno y ayuda a quienes queremos vivir la vida sin problemas".

 

 

 

 

 

 

 

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  • homeLa autora Dorys Rueda, 13 de Febrero del 2013.
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  • mapOtavalo, Ecuador, 1961.

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