EL VEHÍCULO QUE RECORRIÓ NUESTRO CORAZÓN
Franklin Raymundo Mora
¡Apuren, apuren paisanos!... ya está llegando el tren. ¿No oyen cómo pita y suenan los vagones? Vamos a conocer a este monstruo que viene de Quito.
Tenemos que entrevistarnos con la realidad de la historia de Otavalo. Caminemos con nuestros bisabuelos, con nuestros abuelos y padres en los rieles de esas magníficas escenas, resucitemos por momentos a los singulares personajes que difícilmente se los conoce.
Hagamos quingos por Rey Loma para desembocar más pronto en San Rafael. Corría por esa época la presencia en el poder de Isidro Ayora, designación interina asumida bajo decreto militar en 1926. Médico nacido en la ciudad de Loja, fue el más longevo de todos los dictadores y presidentes del Ecuador, cuando esta máquina de hierro puro se desplazó hasta estas tierras. Fue algo así, como estar mirando lo más raro que podían acariciar sus ojos, una máquina que echaba fuego, vomitaba nubes inmensas de humo, bramaba durísimo para que le escuchen varias leguas a la redonda, un espectáculo que al tenerlo tan cerca por primera vez, debió erizar todo el cuerpo.
Don Miguel Mora que nos relata esta singular faceta suya, con ojos saltones de emoción recuerda, que apurada la gente novelera, expeditos caminaban con dirección a San Rafael, lugar hasta donde cumplió su periplo el tren, por cuanto el tendido de los durmientes y los rieles solo llegaban hasta allí. Recuerda que como todavía era niño, tendría diez años a lo mucho, le exigieron al cocinero de la casa donde vivía, de nombre Manuel, que le llevara a conocer este inmenso monstruo de acero. Él sin reparo y también con curiosidad accedió. Unos tramos le hacía caminar, otros le ponía en sus espaldas y decía: "Vamos breve, breve para verle al tren".
Manifiesta que no puede señalar con precisión al cabo de cuánto tiempo hizo su arribo a Otavalo. Le parece que el acto de inaguración de la línea férrea, con bendición y todo, fue el año 1928. ¡Qué extraordinario fue ver la euforia de la gente! No sabe de dónde habrán salido tantas personas. Era un verdadero hormiguero humano. Con decir y, sin exagerar, que las mismas autoridades no disimulaban su asombro. Echaban prosa jactándose de ser los promotores de esta hazaña. Uno se golpeaba el pecho diciendo: "Por mis influencias el tren está aquí". Otro decía: "No, qué te pasa, mi amistad con el presidente es la que permitió esta posibilidad". Un tercero en tanto señalaba: "Ya van a ver cómo desfilo del brazo del Dr. Isidro Ayora, presidente de la república".
Agrega: "Quienes sean mayores míos o contemporáneos, no me permitirán el sacrilegio de la mentira. Al presidente le hicieron arcos, pero de esos hermosos con palmeras y cientos de flores, desde Buenos Aires, aquí en Otavalo hasta el Municipio! Tuvo el privilegio de conocer al Dr. Isidro Ayora, un hombre de contextura apreciable, morenito y de pelo negro lizo. Si la memoria no le traiciona está seguro que luego de tantos ajetreos, la recepción y el convite, se hizo en el otrora nombrado Club El Progreso, entidad respetable a la que frecuentaban la flor innata de entonces. El Club estaba ubicado en donde hoy es la casa del señor Hugo de la torre, frente al parque Bolívar y antaño su dueño fue el Dr. Remigio Garcés.
Recuerda cómo la llegada del tren fue un acontecimiento sin parangón en la historia de este remanso de paz, pues rompió toda expectativa. La celebración no se hizo esperar. Todo el pueblo proclamó su felicidad. El presidente habló con emotiva voz, su discurso fue emocionante y no faltó el verbo del señor Alberto Egas en su calidad de Jefe Político del lugar. Hubo toros populares, fútbol entre los aguerridos equipos de Otavalo e Ibarra y desafío de pelota de mano entre tantas novelerías, en los espacios holgados de la antigua plaza del mercado 24 de Mayo. Siguió el desfile apoteósico de la mano del Dr. Isidro Ayora, presidente de la república, pero lo fundamental de la presencia del tren, permitió que fluyera el comercio, el intercambio de productos, entre la Costa y la Sierra, Asimismo que se conocieran más de cerca los ecuatorianos.
Expresa que está avanzado en edad y le duele en el alma que mientras en otros países el tren que con su agitación marcó se convirtió en el corazón de desarrollo de sus pueblos, acá, en nuestro país, haya llegado a su completa y total aniquilación. Que el rechinar de sus rieles haya quedado en la memoria de su pasado. Recuerda aún al brequero, el fogonero, que echaba palada tras palada de renegrido carbón a la garganta del tren, para comerse retumbando las distancias a través de los más recónditos lares de la geografía.
Si el general Eloy Alfaro reviviera, agrega, igual descendería a la tumba, constatando que su monumental obra, inspirada y creada para unir a los pueblos que él tanto amó, se haya cubierto con el lastre de la incapacidad, la ceguera y la ingratitud de los gobiernos de turno. Ellos son culpables para que el Ecuador frente al mundo haya perdido sus referentes, para que el tren, un ícono de nuestra identidad, haya desaparecido. Frente a la impavidez de estos gobiernos, justo es decir lo que mismo general predijo: "Los hombres indiferentes a la desventura de la nación, aunque privadamente laboriosos, son los auxiliares inconscientes de las desgracias y corrupción de los pueblos".
Franklin Raymundo Mora, Relatos orales de la parcela nativa, 2013.
Portada: https://cronostatos.com/breve-historia-de-la-locomotora-numero-18-de-ferrocarriles-del-ecuador/