En tu ombligo, Vri, por fin hallo el paisaje.
Hay montañas, sabanas, honduras, curvaturas.
Hay un recorrido, una aventura, una épica del cuerpo.
Ritualizo el primer alunizaje de las yemas de mis dedos.
Celebro las formas altas y los valles de tu piel.
La contemplación, Vri, me estremece despacio y en silencio.
Puedo retozar, acurrucado, desnudo en la desnudez.
Te exploro para saber cuánto eres posible.
Una epopeya es tu ombligo, Vri. Un oasis salvaje y plácido.
Hay iluminaciones, pronósticos, caricias, territorios.
Hay ceremonia, comunión, festividad.
Conmemoro la existencia de tus espacios sagrados.
Festejo el don de mirar, el don de regocijarme en ti.
Con mis manos temblorosas planeo el acercamiento
e imagino el estallido de luz en todos los centros de mí.

 

 

 

COMENTARIO DEL TEXTO POÉTICO

  

Dorys Rueda

Febrero, 2025 

 

 

El poema me cautivó por su capacidad de transmitir sensaciones complejas y profundas, que van más allá de lo físico. Si bien se podría analizar desde diferentes perspectivas, como los temas, los recursos literarios o el tono, he optado por centrarme en los personajes, ya que su interacción  crea un “diálogo” emocional y físico que da vida al poema. En este sentido, la relación entre el hablante lírico y Vri se despliega como un proceso continuo de descubrimiento y conexión, una experiencia profunda que trasciende las palabras y se convierte en un intercambio sensorial y espiritual. Ambos personajes tienen roles fundamentales que transforman el poema en una vivencia intensamente simbólica.

Vri, como personaje, no es únicamente una figura física, sino una presencia que despierta una admiración profunda, casi reverencial. Desde la primera imagen del poema, al describir su ombligo como un “paisaje” compuesto de “montañas, sabanas y honduras”, el cuerpo de Vri se transforma en un vasto territorio lleno de misterios que el hablante lírico desea explorar. Esta metáfora no solo asocia el cuerpo de Vri con un espacio natural, sino que también añade una capa de veneración, sugiriendo que la relación no se limita a lo físico, sino que implica un respeto profundo. Al referirse a la piel de Vri como “altas formas” y “valles”,  la voz poética revela que su cuerpo trasciende el deseo, convirtiéndose en un “espacio sagrado” que invita al respeto y la reflexión. De este modo, Vri emerge como una figura cargada de simbolismo, cuya complejidad y misterio invitan a una exploración que va más allá de lo físico.

La interacción entre ambos personajes también adopta una dimensión ritualista que se refleja en las menciones a la “ceremonia” y la “comunión”. Estos términos implican que los actos de tocar, mirar y contemplar se convierten en una experiencia profunda, donde el deseo se transforma en una conexión espiritual. A lo largo del poema, el yo lírico no se limita a disfrutar de la presencia física de Vri, sino que también celebra el simple acto de observarla. Como se refleja en la frase “festejo el don de mirar”, la voz poética no solo se regocija en la sensualidad, sino que eleva el acto de contemplar a un nivel de gratitud y reverencia, reconociendo en cada mirada la conexión profunda y sagrada que existe entre ambos.

Además, a través de esta relación, el hablante lírico experimenta una transformación interna. Su conexión con Vri es una especie de iluminación espiritual, como se puede ver en el verso “estallido de luz en todos los centros de mí”. Este simboliza un despertar o una epifanía que surge de la intimidad compartida. La sensualidad, en este contexto, se entrelaza con la espiritualidad, creando un espacio donde la conexión física sirve de puente hacia un cambio profundo en el yo poético. Vri, al igual que una musa, no solo inspira deseo, sino también un proceso de crecimiento interior y transformación emocional.

La relación entre la voz poética y Vri se configura como un viaje de autodescubrimiento. El yo lírico no se limita a explorar el cuerpo de Vri; su búsqueda se extiende a los “espacios sagrados” de su propia alma. Al igual que un viajero en un paisaje inexplorado, el hablante poético se adentra en estos territorios desconocidos, lo que convierte este encuentro en un proceso de autocomprensión mutua. Así, la conexión entre ambos personajes se convierte en un acto de transformación tanto para la voz lírica como para Vri. La exploración de los “territorios” del cuerpo de Vri no solo implica un deseo físico, sino también una necesidad de comprender la profundidad emocional y espiritual que se encuentra en la relación.

En suma, la interacción entre los personajes no solo enriquece el poema, sino que lo eleva a un espacio simbólico donde se fusionan la transformación y el descubrimiento. Vri no es simplemente un objeto de deseo, sino una figura que invita al yo lírico a una profunda introspección, conduciéndolo a explorar no solo su propia emocionalidad, sino también las dimensiones espirituales que conectan a ambos. El hablante poético, por su parte, se convierte en un viajero que no solo recorre los paisajes físicos del cuerpo de Vri, sino que también adentra en los territorios más íntimos y complejos del alma de ambos. La relación entre ellos trasciende lo físico y se transforma en una experiencia que conecta lo sensual con lo espiritual, lo admirado con lo transformador y la conexión emocional con el autodescubrimiento, configurando una vivencia que redefine los límites del ser y de la conexión humana.

Antes de finalizar el comentario, creo que debo detenerme en el final del poema por la fuerza expresiva y simbólica que tiene. 

El cierre del texto marca la transformación que ya mencionamos anteriormente, de lo  físico a lo espiritual. La frase poética "Con mis manos temblorosas planeo el acercamiento / e imagino el estallido de luz en todos los centros de mí" encapsula una mezcla de vulnerabilidad y reverencia. El uso de "manos temblorosas" no solo sugiere una reacción emocional ante la proximidad de Vri, sino también una señal de que el hablante lírico se enfrenta a un acto trascendental, donde lo físico y lo espiritual se entrelazan de manera inseparable. La expectativa, cargada de ansiedad, no solo resalta la proximidad de su cuerpo, sino también la conciencia de que este encuentro marcará un cambio profundo y significativo en el yo poético.

La frase poética "planeo el acercamiento" subraya una preparación consciente y deliberada. Aquí, el acto de acercarse a Vri se convierte en una experiencia reveladora, una apertura hacia algo más grande, a un momento de trascendencia.

El "estallido de luz" que el hablante lírico imagina simboliza una revelación profunda que emerge de esta conexión trascendental. Al mencionar "todos los centros de mí", la expresión subraya la magnitud de la transformación que atraviesa el hablante, sugiriendo que este cambio afecta cada faceta de su ser. Este momento de iluminación no solo altera su percepción de sí mismo, sino que también redefine su relación con Vri. 

 

 

RUBÉN DARÍO BUIRÓN

 

 

Rubén Darío Buitrón (Quito, 1966) es Director General de NOTIMERCIO, el nuevo periódico de Quito. Dirige también la nueva Escuela de Cronistas del Ecuador. Es poeta, docente y cronista. Máster en Periodismo por la Universidad de Alcalá, en España. Tiene tres premios nacionales de Periodismo. Autor de 13 libros en diversos géneros. Su libro más reciente es «Dicen que mis demonios son inofensivos» (2023). Es director del portal periodístico y literario loscronistas.org.

 

 

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  • homeLa autora Dorys Rueda, 13 de Febrero del 2013.
  • mailelmundodelareflexion@gmail.com
  • mapOtavalo, Ecuador, 1961.

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