Dicen que Vri suele estremecerse cuando lee los poemas a Vri. Ella nunca me lo ha dicho, nunca hemos podido leernos poema alguno y nunca hemos podido escribirnos frases de amor sobre nuestra piel y nunca he podido decirle Vri a sus oídos y ella tampoco ha podido pronunciar mi nombre de combate mientras nos besamos.
Sé dónde está Vri ahora y Vri sabe dónde estoy ahora. No está en ningún lugar ajeno. No estoy en ningún lugar ajeno. Ella vuela alrededor de mis ausencias y yo vuelo alrededor de las suyas.
A veces me parece que es ella quien escribe estos poemas. Se ama tanto que no sería descabellado verla amándose a sí misma desnuda, fecunda y conmovedora. Se ama tanto que imaginarla a mi lado mientras escribe podría convertirse en la ceremonia donde todos los vinos del mundo se viertan sobre sus muslos ya humedecidos con mis palabras susurrantes susurrables.
Vendrá de nuevo Vri o yo iré a ella y será el ritual más bello de la memoria. Vendrá. Sé que vendrá. Sé que mis poemas suyos recorren ahora mismo su sangre y sé que sus poemas míos golpean mi corazón y lo desbordan y lo empujan y convierten la espera decisiva en la joya más buscada de la vida nuestra, tan escrita y tan abrazada con los brazos apacibles y las piernas enredadas ellas en mi alma y estas en el enternecer de mis poemas.
Hoy he podido escuchar a Vri escondida entre estas líneas y juguetona detrás de mis palabras.
Es tan grande, Vri, tan cotidiana. Tan de mí como tan de ella. O solamente tan de ella. Es lo más probable. ¿Por qué tendría que ser mía si el hecho de ser ella es el que me convoca a enviarle letras que se juntan y florecen como un poema redondo e inesperado que no sé si en realidad lo he escrito yo con mis esperas o ella me lo dicta con sus advenimientos?
Solo díganle a Vri que estoy aquí, aguardando. No me digan lo que siente al leer mis poemas porque ella lo sabe, porque surgen de ella misma desde sus gestos cercanos, anhelantes y desnudos.
COMENTARIO DEL TEXTO POÉTICO
Dorys Rueda
Febrero, 2025
El poema presenta una relación que se construye más a través del deseo y la espera que de la cercanía física de los amantes. La conexión entre el yo lírico y Vri no se basa en su presencia tangible, sino en un lazo profundo que se nutre de la distancia y la transformación emocional. En lugar de un amor materializado, el poema celebra el nacimiento de ese amor en el vacío, donde la espera se convierte en el motor que intensifica el deseo. De este modo, la relación perdura no en lo físico, sino en lo imaginado, lo anhelado y lo soñado. Este enfoque resalta cómo lo que no se tiene, lo que se desea en la distancia, puede tener más fuerza que la relación misma, marcando una conexión emocional profunda que trasciende lo tangible.
Un tópico central del poema es la autosuficiencia de Vri, cuya plenitud de amor propio no solo la define como un ser independiente, sino que también se convierte en la fuente de inspiración del hablante lírico. Este vínculo se refleja en la ambigüedad sobre la autoría de los poemas. La voz poética se cuestiona si son sus propias palabras las que surgen o si, de alguna manera, Vri las dicta a través de su presencia emocional. La poesía, entonces, se convierte en un espacio compartido en el que ambos se alimentan mutuamente, creando una conexión que va más allá de lo físico. La relación entre ambos no se limita a la posesión, sino que se establece en una esfera emocional y creativa, donde la inspiración fluye de manera recíproca.
Otro tema relevante es la fusión de identidades dentro de la relación. La conexión entre el yo lírico y Vri no está delimitada por fronteras claras; en lugar de eso, las identidades de ambos se disuelven en un espacio común donde se nutren mutuamente, tanto emocional como creativamente. La voz lírica se cuestiona la autoría de los poemas, sugiriendo una interdependencia tan profunda que las distinciones entre el "yo" y el "otro" se difuminan. Este cuestionamiento subraya cómo el amor, en su forma más pura, puede ser una experiencia expansiva que desdibuja las fronteras entre ambos, transformándolos en una unidad inseparable.
La disolución de las identidades es crucial para entender la dinámica amorosa en el poema. La relación no se basa en la posesión ni en la separación, sino en una unión que va más allá de lo individual. En este espacio compartido, los dos se alimentan no solo de su deseo físico, sino también de sus emociones y creatividad. La co-creación de los poemas refleja cómo, en un amor profundo, el "yo" y el "otro" se convierten en una amalgama. La creación artística surge como un resultado natural de esta integración, evidenciando cómo el amor puede generar una conexión más allá de los límites físicos y emocionales de los individuos.
Este tema también abre una reflexión filosófica sobre la naturaleza del amor verdadero. ¿Implica la anulación de la individualidad, o es más bien una fusión que pertenece al reino de lo ideal y lo intangible? El poema invita al lector a explorar cómo el amor puede transformar las identidades, elevándolas a un nivel más grande y trascendental. Esta transformación no solo se convierte en una conexión emocional, sino también en un proceso creativo que tiene el poder de redefinir lo que significa estar junto a otro ser humano.
El lenguaje del poema es profundamente evocador, lleno de imágenes que intensifican la conexión entre el yo lírico y Vri. La repetición de expresiones poéticas como "Nunca hemos podido..." transmite una sensación de frustración y deseo no realizado, enfatizando la distancia emocional que define su relación. Este ciclo de lo ausente refleja lo inalcanzable, lo intangible que persiste en el alma de los personajes. La sinestesia, al combinar distintos sentidos en una sola imagen, como en “esos vinos del mundo se vierten sobre sus muslos ya humedecidos con mis palabras susurrantes”, transporta al lector a una experiencia multisensorial donde el deseo físico se entrelaza con el emocional, fusionando lo corpóreo con lo etéreo. La metáfora de la autosuficiencia de Vri, representada en “Se ama tanto que no sería descabellado verla amándose a sí misma desnuda, fecunda y conmovedora”, resalta un amor propio que no depende de la validación externa, sino que es suficiente para alimentar la creatividad y la inspiración. A lo largo del poema, la duda (dubitación) sobre la autoría de los versos subraya la conexión simbiótica entre ambos, como se ve en “¿Por qué tendría que ser mía si el hecho de ser ella es el que me convoca a enviarle letras que se juntan y florecen?”, lo que refuerza la idea de que los poemas surgen de una colaboración implícita entre ellos, y no de un autor único. La paradoja de la espera, representada como “la joya más buscada”, revela cómo lo deseado solo puede alcanzarse a través del paso del tiempo y la paciencia, otorgando a la espera una belleza que valida el amor que se nutre de lo no consumado. La prosopopeya, al personificar los poemas y otorgarles un papel activo, como cuando el hablante lírico dice "sé que mis poemas suyos recorren ahora mismo su sangre", dota a las palabras de una cualidad tangible y dinámica, elevando la intensidad emocional del poema y convirtiéndolas en actores dentro de la relación. La elipsis, al omitir parte de la narrativa, como en la frase poética “sé que mis poemas suyos recorren ahora mismo su sangre”, invita al lector a completar las imágenes. Este recurso permite que la interpretación de los sentimientos y las emociones de los personajes quede abierta y sea personalizada, otorgando al espacio vacío la oportunidad de llenarse con la experiencia subjetiva de quien lee.
El nombre "Vri" puede interpretarse de manera simbólica, dependiendo del contexto en el que se ubique dentro del poema. Su sonido, suave y resonante, puede evocar la imagen de un susurro, sugiriendo una presencia sutil que, aunque discreta, se impregna profundamente en la relación que se describe. Este nombre también podría estar vinculado a lo sublime e inalcanzable, reflejando una naturaleza idealizada y trascendental. La letra "V" tiene connotaciones de victoria o elevación en algunas culturas, lo que refuerza la idea de que "Vri" representa algo lejano pero esencial para la voz lírica, algo que, aunque distante, mantiene una relevancia fundamental. Además, el nombre podría asociarse con el concepto de "vida", ya que "vita" en latín significa precisamente eso, destacando a Vri como una fuente de vitalidad y emoción que inspira al yo poético. En este sentido, Vri no solo aparece como una figura distante, sino como una presencia activa que infunde al hablante de creatividad y energía.
El tono del poema se despliega en una mezcla de melancolía, anhelo y reflexión. Desde el inicio, el yo poético expresa lo que le gustaría que sucediera, pero que no ha ocurrido, lo que genera una atmósfera de frustración y deseo insatisfecho. Sin embargo, a pesar de la melancolía y el dolor, el tono también está marcado por una aceptación serena de esta ausencia, como si el yo lírico hubiera llegado a un acuerdo con la imposibilidad de concretar su amor. Frases poéticas como “Sé que mis poemas suyos recorren ahora mismo su sangre” y “sé que sus poemas míos golpean mi corazón y lo desbordan” revelan que el hablante ha transformado la distancia en una forma de conexión visceral y profunda, un acto de resignación pero también de apreciación por lo que existe en la espera. La distancia no debilita el amor; por el contrario, lo hace más intenso, más profundo. Además, el tono refleja una esperanza persistente, una certeza tranquila de que, aunque el amor no se materialice inmediatamente, algo valioso y significativo está por venir. El hablante lírico afirma con seguridad “Vendrá de nuevo Vri o yo iré a ella” y “Sé que vendrá”, lo que introduce un tono de esperanza tenue pero firme, sugiriendo que, aunque el amor no se consume en el presente, hay un futuro en el que esa conexión se materializará. Esta esperanza, aunque no urgente ni inmediata, llena el poema de una tensión emocional que mantiene al lector inmerso en el flujo entre el deseo y la anticipación.
El impacto del poema en el lector radica en su capacidad para evocar una reflexión profunda sobre la naturaleza del amor, la espera y la creación artística. El poema no solo describe una relación emocionalmente cargada, sino que invita al lector a confrontar sus propios sentimientos acerca de lo intangible, lo no consumado y lo ausente. El hecho de que el amor se presente como un espacio de espera más que como una relación física, obliga al lector a reconsiderar las formas en que experimentamos el afecto, el deseo y la conexión. La ausencia, lejos de ser un vacío, se convierte en un terreno fértil para la imaginación y la emoción. Esta visión del amor como algo que se vive en lo no dicho y lo no realizado resuena en el lector, quien puede sentirse identificado con la experiencia de amar sin tener acceso pleno a la presencia del otro. Al mismo tiempo, el poema desafía al lector a ver la espera como algo valioso en sí mismo, como un acto de fe en lo que aún no se ha materializado, lo que genera una tensión entre la paciencia y la frustración.
El poema también invita a una introspección sobre la autoría y la co-creación, al presentar una relación en la que dos personas se alimentan mutuamente, no solo de sus deseos, sino también de sus capacidades creativas. Este aspecto puede inspirar al lector a pensar en sus propias relaciones interpersonales, considerando cómo los vínculos afectivos no solo son construidos por lo físico, sino también por lo compartido a través del pensamiento, la emoción y, en este caso, la creación literaria. En última instancia, el poema provoca una reflexión más amplia sobre la fragilidad de la conexión humana, sobre cómo lo que se pierde o lo que no se obtiene puede, paradójicamente, ser lo que más nos marca y nos transforma. La sensación de una conexión profunda que nunca se materializa en el plano físico deja una impresión duradera, recordando al lector que el amor no siempre necesita ser tangible para ser real y significativo.
DEL VERSO A LA LEYENDA
El paso del verso a la leyenda se configura como un trayecto en el que la poesía y la narrativa se entrelazan para explorar las profundidades del ser humano y lo trascendental. Mientras que el verso, en su forma breve y precisa, captura las emociones más profundas y las transforma en imágenes y reflexiones, la leyenda las expande, convirtiéndolas en relatos ricos en significado que conectan lo humano con lo sobrenatural. Ambas formas tienen el poder de abordar lo inalcanzable, de transmitir aquello que no puede ser visto ni tocado, pero que se siente intensamente. En este proceso, lo poético actúa como un puente hacia lo narrativo, donde los mitos y las emociones se fusionan, creando un mundo donde lo eterno y lo inexplicable encuentran su expresión.
El poema de Rubén Darío Buitrón y las leyendas ecuatorianas abordan una temática común relacionada con las pasiones humanas y lo sobrenatural, mostrando cómo las emociones intensas pueden trascender lo físico y alterar la vida de los personajes. En las leyendas ecuatorianas, como El espectro furioso, de la provincia de Cotopaxi, el amor no correspondido se convierte en una fuerza tan poderosa que transforma al protagonista en un espectro vengativo, creando una conexión entre lo humano y lo sobrenatural que desafía las fronteras de la realidad. De manera similar, en el poema de Rubén Darío Buitrón, el vínculo entre el yo lírico y Vri se establece en un plano emocional y espiritual, donde el deseo inalcanzable trasciende lo físico. Ambos textos muestran cómo los sentimientos humanos pueden alterar el destino de los personajes, definiendo sus vidas de una manera profunda y trascendente.
En cuanto a los personajes, tanto en las leyendas como en el poema, se presenta una relación con lo divino o lo sobrenatural que, aunque similar en su intensidad emocional, difiere en las respuestas de los protagonistas.
En la leyenda La luterana, de la provincia de Loja, la mujer, consumida por su deseo de venganza y por una autosuficiencia emocional extrema, se transforma en una figura trágica, alejándose de la redención y cerrándose a la posibilidad de establecer vínculos auténticos con los demás.De forma paralela, Vri en el poema también se define por su amor propio, lo que le permite trascender las limitaciones de una relación convencional, pero su autosuficiencia la lleva a una transformación interna que la conecta consigo misma de manera profunda. A diferencia de la mujer de La luterana, cuya energía emocional se convierte en autodestrucción, Vri encuentra en su autarquía una forma de libertad creativa, sin perder su capacidad de conectar con lo intangible.
Por otro lado, la leyenda de La sirena del Lago San Pablo, de la provincia de Imbabura, refleja cómo el deseo no siempre se materializa, ya que la sirena atrae a los jóvenes con su canto, pero los conduce a la muerte, dejando la relación en un plano irreal. Esta dinámica también se observa en el poema, donde el deseo del yo lírico hacia Vri permanece en el ámbito de lo emocional, sin poder concretarse en el plano físico. En ambas narraciones, el deseo se presenta como una búsqueda perpetua que, aunque inalcanzable, es poderosa y define el espacio emocional de los personajes, convirtiéndose en una fuerza transformadora que, aunque no alcanza su plena concreción, sigue siendo significativa.
En resumen, tanto el poema de Rubén Darío Buitrón como las leyendas ecuatorianas exploran cómo las emociones humanas intensas pueden trascender las fronteras físicas, creando relaciones con lo sobrenatural que son transformadoras, aunque inalcanzables. Los personajes de estas obras, aunque enfrentan deseos imposibles de concretar, viven en un espacio emocional que les define, ofreciendo una reflexión sobre el poder de lo intangible en la vida humana.
DEL VERSO A LA CRÓNICA PERSONAL
TRABAJO EN EL AULA
Una posible crónica podría centrarse en una relación emocional complicada, similar a la de los personajes en el poema, donde existe un deseo profundo de conexión, pero hay barreras que impiden la materialización de ese amor. Los estudiantes podrían narrar una historia de amor no correspondido o de distancia emocional, explorando cómo, a pesar de estar cerca en algunos aspectos, la conexión verdadera parece inalcanzable.
Otra crónica podría abordar el concepto de la espera. Los alumnos podrían reflexionar sobre un momento en el que se encontraron en una espera emocional significativa: esperando algo o a alguien que no parecía llegar. Este tipo de crónica permitiría explorar cómo las emociones intensas, como la esperanza y la frustración, se experimentan en la distancia y cómo se fusionan con el paso del tiempo.
Los estudiantes también podrían escribir sobre la introspección y el autodescubrimiento, inspirados en las referencias al amor propio del poema, en el que Vri se ama tanto que se convierte en el centro de su propia existencia. Una crónica podría explorar cómo los estudiantes se han visto a sí mismos en momentos de soledad o reflexión, cómo se redescubren a través de sus propios pensamientos y sentimientos, creando un paralelo con la forma en que el protagonista en el poema se encuentra a sí mismo a través de la espera y los versos que le dedica a Vri.
Finalmente, los alumnos podrían explorar la relación entre palabras y emociones en una crónica que relate cómo las palabras escritas o no dichas pueden tener un impacto significativo en la conexión entre las personas. Similar al poema, donde la comunicación se mantiene a través de palabras no pronunciada. Podrían reflexionar sobre cómo las cartas, los poemas o incluso los silencios pueden moldear una relación, dejando una marca profunda a pesar de la falta de contacto físico o verbal directo.
Dorys Rueda, "Entre versos y líneas: comentarios poéticos", 2025.
RUBÉN DARÍO BUIRÓN
Rubén Darío Buitrón (Quito, 1966) es Director General de NOTIMERCIO, el nuevo periódico de Quito. Dirige también la nueva Escuela de Cronistas del Ecuador. Es poeta, docente y cronista. Máster en Periodismo por la Universidad de Alcalá, en España. Tiene tres premios nacionales de Periodismo. Autor de 13 libros en diversos géneros. Su libro más reciente es «Dicen que mis demonios son inofensivos» (2023). Es director del portal periodístico y literario loscronistas.org.