Oswaldo Rivera Villavicencio

 

Huayna Cápac, Inca quiteño reverenciaba al Sol como principio que vivifica la tierra. Su estirpe sagrada ordenaba la marcha del mundo material, moral, político, social y económico. Puso los cimientos indiscutibles del incario y reunió numerosos pueblos bajo su dominio.

Amautas, sumos sacerdotes, Huillac-Umus, entre consagraciones rituales dialogaban con sabiduría y prudencia; pero algo presentía el soberano en sus sueños. El sentimiento del deber, las intuiciones y dolencias eran curadas con hierbas frescas.

Decidía en bien del incario frente a las Pallas o vírgenes de los menesteres sagrados. Pero lo que más le consolaba era el amor de su esposa quiteña, elevada a la calidad suprema de Coya de estirpe divina, hija de Cacha y que más tarde sería la madre de Atahualpa.

En medio de angustias, tuvo noticias de que en algún momento llegarían a su territorio hombres blancos desconocidos que ultrajarían a su imperio.

De inmediato preguntó a sus amautas y sacerdotes, ellos le indicaron la dirección por donde ingresarían sugiriendo que debemos prepararnos porque tenemos súbditos fuertes para utilizar las lanzas, piernas ágiles igual a las de los venados y corazones valerosos y leales. Ellos defenderán las tierras con inteligencia y corazón.

Conocidas las opiniones, ordenó Huayna Cápac, realizar un solemne “sacrificio de una llama sagrada” en las cumbres del Panecillo o Collado del Sol para saber si se cumplía la profecía de Viracocha.

Pasaron los días y el Inca en sueños veía rostros blancos con armas y penachos de colores en los sombreros. Crecía la aflicción en la mente del Inca, nubes de humo le adormecían.

Los súbditos no se desprendían, mientras Coya sufría llena de tristeza.  De todas las partes acudían a cuidarlo y las Pallas soplaban en su rostro hojas aromáticas.

Otras predicciones escuchó el Inca de parte del astrólogo quiteño Chaicó-chasqui, inquieto y misterioso recién llegado, quien entregó un cofre hermético, en nombre de Pachacámac, pidiéndole lo abriese. Así lo hizo el soberano y del interior salieron nubes de moscas que desaparecían por el aire.

Al interpretar este acontecimiento, esos insectos habían causado calamidades y se aproximaba la muerte del Inca.

La invasión de los hombres blancos sucedió más tarde y la leyenda del solemne sacrificio de la llama sagrada se expandió convertida en fuego de volcanes y rayos que quemaron las entrañas de los blancos.

La leyenda cuenta que al pasar por las colinas donde se sacrificó la llama, un oficial español fue “fulminado por un rayo y convertido en piedra calcinada”.

Pasados los días y los meses Huayna Cápac, ordenó que su corazón “fuese enterrado en Quito en un vaso de oro por el amor que tuvo a su reino”.

 

Leyendas y Tradiciones Quiteñas, Sur Editores, 2008.

 

Portada: http://www.zoobioparqueamaru.com/nuestros-animales/animal.php?Id_Animal=62-llama&Grupo=mamiferos

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  • homeLa autora Dorys Rueda, 13 de Febrero del 2013.
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