ANÉCDOTA 22
LA GUERRA DE LOS 4 DÍAS, MORTANDAD EN QUITO
1932: CIENTOS DE CADÁVERES Y MILES DE HERIDOS EN LA PACÍFICA CIUDAD
Por Jorge Rivadeneira
El episodio más sangriento en la trayectoria de Quito se dio durante la “Guerra de los cuatro días” (el 29, 30, 31 de agosto y 1 de septiembre de 1932) con un saldo trágico y sin antecedentes de centenares de muertos y miles de heridos.
No hay una cifra oficial de bajas y algunos autores hablan hasta de “más de mil”. Algo terrible, según coinciden los relatos de la época. Fue tal el desorden que no se llegó a establecer el saldo fatal y cruento.
Varias batallas se dieron en las calles de la ciudad y los francotiradores usaron los techos de las casas y hasta las torres de las iglesias y las barricadas. La nota más dramática fue la furia de los combatientes y la muy limitada capacidad para frenar los embates, recoger los cadáveres o atender a los heridos.
Muchos inocentes cayeron, entre ellos el joven compositor quiteño Cristóbal Ojeda Dávila, autor de gratos pasillos, entre ellos Alma lojana y Ojos negros.
Las tropas se dividieron en dos bandos y ambos lucharon al grito de “Viva la Constitución”. Sus jefes fueron el general Ángel Isaac Chiriboga y el coronel Carlos Salvador. El primero de ellos comandó a las fuerzas antibonifacistas que entraron en Quito y el segundo a las que se atrincheraron en la ciudad.
Fue una época difícil, por la acumulación de casos políticos y problemas, además de que el país afrontaba la crisis económica que se inició en Wall Street en 1929 y causó efectos devastadores en el mundo, incluido el Ecuador, por supuesto.
La elección presidencial de 1931, luego de la caída de los gobernantes Isidro Ayora y coronel Luis Larrea Alba, puede tomarse como el punto de partida. El triunfador fue Neptalí Bonifaz, rico y bien preparado terrateniente que se proclamaba liberal moderado y tuvo el respaldo de todos los conservadores y una parte de los liberales.
Bonifaz obtuvo 28.745 por 19.234 del candidato liberal -también acaudalado y aristócrata- Modesto Larrea Jijón y 13.255 del izquierdista costeño comandante Idelfonso Mendoza Vera, uno de los protagonistas de la “Revolución Juliana”.
La caída
Los problemas se acumularon sobre el presidente electo Bonifaz, respetado en varios aspectos, pero en primera instancia, condenado a esperar casi un año para tomar posesión del cargo, en virtud de un artículo de la Constitución de 1929, que ordenaba que solo el “próximo Congreso” podía aprobar la calificación de un gobernante.
Luego, liberales y socialistas se oponía al ascenso de un personaje apoyado por los conservadores. Pero su punto más débil fue la acusación de “peruanismo”, que fue tomando cuerpo hasta dar paso a su descalificación por el Congreso, el 19 de agosto por 46 a 38 votos.
Su padre había sido secretario de la embajada peruana y él había usado el pasaporte de ese país en varias oportunidades. Otras pruebas se fueron acumulando mientras él declaraba públicamente que fueron “errores de mi despreocupada juventud”.
El grupo más entusiasta por Bonifaz fue el de los “compactados”, obreros y artesanos de la Compactación Obrera Nacional (CON), organización formada por la extrema derecha y algunos sectores eclesiásticos. Ellos se unieron con los niveles bajos del ejército –especialmente suboficiales y soldados- y se atrincheraron en Quito proclamando la defensa de la constitucionalidad, representada, según ellos, por la elección presidencial de Bonifaz.
La oficialidad media y alta organizó el ataque a la capital, reuniendo las tropas de las provincias con estandartes por el liberalismo. El comienzo de la batalla fue anunciado con un cañonazo desde el Panecillo, dando pasado a la llamada “Guerra de los cuatro días”, muy comentada en sus tiempos.
El caso del compositor y músico Ojeda Dávila, asesinado alevosamente, no fue único. El edificio del Hospital Militar, en San Juan, fue un centro de operaciones y hoy es un museo del Municipio de Quito. El batallón de artillería Bolívar fue uno de los núcleos bonifacistas, aunque Neptalí Bonifaz se mantuvo durante esos días al margen del episodio en lo bélico.
Finalmente se impusieron las fuerzas atacantes y, tras varios cambios, quedó como encargado del poder el liberal guayaquileño Alberto Guerrero Martínez, quien organizó elecciones reiteradamente impugnadas que favorecieron a su paisano y compañero de partido Juan de Dios Martínez Mera.
Un amargo y corto período presidencial protagonizó Martínez Mera. Las acusaciones de fraude fueron capitalizadas por el nuevo y arrollador político José María Velasco Ibarra y el desenlace fue un paso más del “Profeta” hacia el poder. En las elecciones de 1934 triunfó ampliamente y comenzó su tormentosa carrera de cinco presidencias y cuatro caídas.
Tomado del libro: 60 Anécdotas Quiteñas, Ediecuatorial, 2014