Un accidente lamentable le ocurrió a un joven muy cercano a la familia. Se había marchado a Europa, en gira con su grupo folklórico a buscar mejores horizontes. Lamentablemente, perdió la vida y la familia, en medio de la tristeza que le embargaba, se movilizó para traer desde Alemania el cadáver de este joven esposo y padre de familia.
Fui a la Cancillería con una amiga costeña que era familiar del difunto. La familia debía averiguar qué trámites y papeles se necesitaban para la traída del féretro al país. El esposo de mi amiga había sido embajador del Ecuador tiempo atrás y conocía cómo se movían las cosas allí; además, yo tenía un amigo en la Cancillería. Pensábamos que entre las dos la gestión se facilitaría enormemente.
Apenas llegamos, nos dimos cuenta que no íbamos a conseguir nada por las largas colas que había para los diferentes trámites y no le encontraba a mi amigo por ningún lado.
Nos dirigimos a la recepción y mi amiga pidió hablar con el canciller. Le dijo que era la secretaria personal del abogado Abdalá Bucaram y que a nombre de él venía a realizar una gestión. Como era alta, guapa y costeña, el papel de secretaria le quedaba muy bien. Yo casi me muero del susto, porque no imaginé que iba a decir tal cosa. Me regresó a ver y me dijo: “Tranquila, déjame a mí hablar”.
Esperamos unos minutos y nos hicieron pasar a la oficina de un alto funcionario. Mi amiga, se presentó como la ex esposa del embajador y como la secretaria del señor presidente de la república. Yo estaba más muerta que viva, pensando que nos iban a atrapar en la mentira. Al contrario de lo que supuse, el funcionario nos dio todas las indicaciones y nos dijo que debíamos empezar por el Registro Civil. Nos dio el nombre del director y dijo que fuéramos a nombre del canciller. Mi amiga se despidió muy amablemente y a la salida volvió a decirme: “Tranquila, yo hablo en el Registro Civil”.
Llegamos al Registro Civil y volvió a presentarse ante el director como la secretaria personal del abogado Abdalá Bucaram y la esposa del ex embajador del Ecuador. Le dijo que habíamos pasado por la Cancillería y que el Sr. canciller nos había enviado directamente con él. En menos de 30 minutos vimos cómo se movían los empleados y nos daban toda la documentación requerida, que no la hubiéramos obtenido, sino en semanas.
Al salir del Registro Civil, mi amiga se me adelantó y cuando yo estaba en la puerta, a punto de salir, sentí que alguien me detenía del hombro. Era la secretaria del director, que me comunicaba que debíamos firmar la constancia del retiro de la documentación. Suspiré profundamente y como pude, escribí el primer nombre que se me vino a la mente y me despedí con rapidez.