El suspiro es un puente sutil entre lo visible y lo invisible, entre lo expresado y lo callado. Es una vibración que cruza los confines del alma, donde las palabras no alcanzan, pero el corazón comprende. Más que un simple respiro, el suspiro se convierte en un lenguaje sin fronteras, un mensaje que no necesita palabras, pues en su fugacidad revela lo más profundo del ser humano, aquello que escapa a los límites de los idiomas y las culturas. Es un recordatorio de que, en nuestra fragilidad, estamos unidos en la esencia más pura de la humanidad, compartiendo lo que no puede ser dicho, pero que siempre ha estado ahí, latiendo en el silencio común de todos los seres humanos.

El suspiro es el pie de la nostalgia, resonando en las sombras del recuerdo; una exhalación final suspendida entre la despedida y el adiós. En el amor, se convierte en el lenguaje silencioso que habla de pasiones insondables, de lo que no necesita ser verbalizado. En la espera, es el aliento del alivio, la liberación que llega con el fin de la tensión. En el dolor, el suspiro se convierte en la exhalación del alma atrapada en la pesadez de la pena, buscando escapar de las entrañas del cuerpo, como un grito mudo de liberación. En la soledad, el suspiro es la huella de un alma que, en su quietud, se encuentra con su propio anhelo de compañía, un eco del vacío interior. En la esperanza, el suspiro se transforma en la promesa callada de lo que aún no se ve, un anhelo fugaz que se desliza entre las sombras del porvenir, susurrando la posibilidad de lo que está por llegar. Y cuando la mente busca respuestas, el suspiro se convierte en una voz interna, una exhalación de plenitud que se funde con el ser.

 Dorys Rueda, Reflexiones personales, 2025.

 

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  • homeLa autora Dorys Rueda, 13 de Febrero del 2013.
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