Dorys Rueda
Estamos demasiado informados de la pandemia. Los medios de comunicación no solo reflejan porcentajes e imágenes devastadoras de lo que ocurre en nuestro país y en el mundo, sino que proyectan la actitud insensata de algunos sectores de la población ecuatoriana frente al Covid-19. Toda esta información, más el conocimiento de que personas cercanas a nosotros ya se han contagiado o han fallecido, contribuye a que nuestra autopercepción de inseguridad sea mayor y que nos sintamos más vulnerables y con más miedo.
Sin embargo, el temor y la incertidumbre es mucho mayor y no se compara, cuando dejamos de ser espectadores y pasamos a ser protagonistas. Me infecté cuando llevé a mi madre, de 96 años, a recibir su primera dosis de la vacuna. Una enfermedad que me obligó a separarme de ella y a tener un confinamiento estricto por más de un mes. Una experiencia dolorosa que me dejó muchas lecciones de vida, entre ellas, la que tiene que ver con la humanidad de los médicos.
Los medios de comunicación siempre han retratado cómo los médicos salvan vidas. Desde el inicio de la pandemia, se han enfrentado al virus, no siempre en las mejores condiciones, dejando de lado su seguridad personal. Luchan desde sus puestos de trabajo, para que los pacientes no necesitemos ir a UCI, ahora que las unidades están al tope y hay listas de espera por una cama. Los médicos salvan vida, pero también van más allá de las exigencias y deberes que les impone la medicina.
En pleno aislamiento, ni mi esposo ni yo podíamos llevar a mi madre ni a su eterno empleado Elías, de 75 años a que recibieran la segunda dosis de la vacuna. Una situación que me alarmaba mucho y que comenté con el médico que me atendía en ese momento. Él me tranquilizó y se ofreció ayudarme. Me dijo que no tendría ningún inconveniente en venir a casa para llevar a cada uno al puesto de vacunación. Llegó el día, vino por ambos y después de 4 horas, los regresó a casa. Tiempo en que el médico dejó su consulta y, por ende, dejó de percibir sus ingresos. Esta fue la mejor medicina del corazón que tuve en el aislamiento.
Mi reconocimiento al Dr. Wilson Polanco, por lo que hizo y por lo que hace por sus pacientes cada día.
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