ACCIÓN HUMANITARIA DE ESPEJO
Por: Oswaldo Rivera Villavicencio
Los antepasados de la Colonia recuerdan al quiteño Eugenio de Santacruz y Espejo (1747-1795): médico, jurisconsulto, precursor de la independencia, escritor rebelde, periodista y administrador del Hospital San Juan de Dios o de la Misericordia, creado en 1565 por el presidente de la Real Audiencia, Fernando de Santillán.
Espejo, visionario por una patria liberada, fustigó a los regímenes políticos de la Colonia con sus panfletos de dramática intensidad. Su vida patentiza una desvelada consagración por la libertad e influyó en la conciencia americana.
Habitantes de épocas pretéritas que le conocieron y le trataron en los barrios del centro de Quito, recuerdan su andar pausado y firme, su tratamiento humanitario y el espíritu gallardo y mirada penetrante frente a las autoridades españolas. Su rostro al sol conjugó las mejores esencias de las auroras. Guió sus pasos por las polvorientas calles difundiendo su evangelio de Libertad.
Puso especial ternura en el tratamiento de los enfermos y sabiduría médica al analizar las condiciones psicológicas y fisiológicas del enfermo. Examinó las inclinaciones con vehemencia generosa, así como la evolución de las buenas tendencias demostrando serias investigaciones y sutil sensibilidad. Era médico consagrado, a pesar de los obstáculos presentados por ciertos profesionales de su tiempo.
En el año de 1781 fue encarcelado por sus ideas de libertad. Su hermana Manuela realizó las gestiones en el despacho de su defensor el Dr. Juan Boniche. Ella conocía a los centinelas, a los espías y el calabozo húmedo donde lo encarcelaron.
Pocos días después hubo la orden del presidente de la Real Audiencia para que se trasladara a atender a una enferma grave descendiente del español Alonso Pretel, llamada María de la nobleza real.
Algunos soldados controlaban al médico Espejo que iba a su casa del Mesón, con el fin de retirar los instrumentos y atender a la enferma. Los vecinos del barrio, compungidos y contritos miraban a los soldados con aire de protesta exteriorizando sentimientos de indignación, mientras Espejo curaba a la joven.
A los pocos meses, Espejo quedó libre, la joven María se curó totalmente. Los padres agradecieron al galeno, quien encarnaba solidaridad, limpia de cálculos políticos y sociales.
El pueblo admiraba la personalidad y la fama por la insobornable probidad y sus luchas contra la administración española cargada de desigualdades. Su espíritu precursor imprimió valiosas reformas sociales y científicas a través de su acción combativa.
Cuenta la tradición que la joven María Pretel decidió perennizar la figura del médico Espejo, no solo con la piedad ferviente de religiosidad, sino con una acción secreta y sencilla, la cual prevaleció muchísimos años en el espíritu de los quiteños.
María se trasladó al Hospital San Juan de Dios, donde laboraba el Dr. Espejo, ahora calle Rocafuerte y García Moreno. En el exterior del edificio norte, parte alta y al pie de una ventana rectangular, adornada con pequeñas divisiones de madera llamadas bastidores que todavía existen, dejó una canasta diminuta de mimbre en cuyo interior la tarjeta decía: “Al Dr. Espejo con eterna gratitud”.
Dicho reconocimiento y testimonio escrito duró mucho tiempo hasta cuando en los arreglos exteriores del hospital se confundieron la canasta y la tarjeta. Las huellas se constatan al pie de la ventana y el especial distintivo de cada uno de los bastidores.
Estos recuerdos hechos tradición exigen sumo miramiento al médico precursor de la independencia e iluminado de grandes proyecciones de libertad, justicia e imperecedera fuerza de redención de nuestros pueblos.
Leyendas y Tradiciones Quiteñas, Quito, Sur Editores, 2008.
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