Dorys Rueda
Fundé el portal elmundodelareflexion.com en el 2013 para motivar la lectura y la escritura entre docentes, pero también para incentivar la lectura y la escritura entre mis alumnos.
En una clase de lectura, pedí a mis estudiantes que elaboraran una crónica personal que no tendría una calificación, pero que sería publicada en mi portal. Debían incluir en la historia ciertas palabras y expresiones populares que habíamos analizado en clase.
Reproduzco a continuación la crónica que resultó ganadora y gustó a todos:
Hoy decidí faltar a la universidad, porque estaba “bajoneado” por la mala nota que había sacado en Gramática. Decidí “quemar tiempo” en la calle para regresar a mediodía a mi casa, como si volviera de la universidad. Cómo no sabía qué hacer, decidí visitar a mi abuelita Remedios con el pretexto de ayudarle con la limpieza de su casa.
Ella tenía cerca de 90 años, era una señora imponente que nunca “se iba por las ramas y a “rajatabla” se hacía obedecer. Se enfurecía, si no barríamos “super bien” la cocina y cuando alcanzaba a ver algo en el piso, “a voz en cuello” gritaba que solo la gente vaga obtiene las cosas “a manos lavadas”, que no debían hacerse las cosas “a saltos y a brincos” y que si a alguien no le gustaba lo que ella decía, mejor debía irse “a la quinta porra”.
A pesar de sus enfados y enojos, en el fondo tenía “un corazón de oro”. Cuando llegué a su casa, me recibió con una "mucha". Era una mujer que a sus noventa años tenía una vitalidad que desafiaba las leyes de la física. Me preguntó por qué no estaba en la universidad y yo le contesté que había preferido visitarla y que sabía que necesitaba ayuda con la limpieza de la casa. “Ya estoy muy vieja para tragarme ese cuento, exclamó. “Te conozco lo suficiente y algo debe haberte pasado para no asistir a clases”, y con tono dulce agregó: “soy todo oídos, tú sabes que soy una verdadera tumba”.
Luego, señalándome con el dedo, dijo: “No creo que seas pendejo. Tu madre siempre te aconseja que debes ser pilas, que debes caminar alzando el pelito, que no debes irte a guabrear, que no debes darte de sabido. Solo espero que no hayas embarazado a ninguna mujer”, exclamó espantada.
Del susto, “me quedé en blanco”, sin saber qué decir. Después, solté una sonora carcajada que asustó a doña Remedios porque casi me caigo de la silla en la que estaba sentado.
“¡Chuta!, ¡qué cosas se te ocurren, abuelita!”, dije, una vez que pude parar de reír. “Mejor hablemos de esa vecina que me contaste que se le fue el avión. ¿Cómo está la señora?, pregunté”. Mi abuela fijó en mí la vista y con voz fuerte respondió: “Un ratito, no te pases de coles a nabos ni trates de distraerme. Tú sabes que nunca pierdo el hilo de una conversación”.
Ya serio le respondí que “de cajón” estaba equivocada, que mi problema no eran las mujeres, sino mis compañeros de la universidad. “A veces, me siento como si estuviera orinando fuera del pilche", dije. "Hay una competencia feroz entre todos por sacar buenas notas. A nadie le interesa aprender, sino demostrar que es el más inteligente del grupo. Como saqué una mala nota, falté a la universidad y mejor vine a verte”, sostuve.
Mi abuelita Remedios suspiró hondamente, me dio una palmada en el hombro y dijo: "Púchica, es una bobada competir por una nota. Lo que sucede es que el mundo está patas para arriba y hay cada loco con su tema. Lo único que te aconsejo es que para chulla vida que tenemos, mejor es no sufrir por pequeñeces. Mírame, mijo, para muestra un botón. Mejor vamos a la cocina que tengo algo sabroso. “De una”, le respondí.
Dorys Rueda
Otavalo, 1961
Maestra, investigadora, escritora.
Directora de elmundodelareflexion.com