Mariela Bernal C.
Para elmundodelareflexion.com
2014
 

El referéndum realizado en Crimea el 16 de marzo del 2014 y la victoria de la anexión con el 90% de aprobación, deja al descubierto muchos pendientes y  claros intereses de Rusia y de la Unión Europea. Sin lugar a dudas, es un conflicto de entorno  geopolítico, pues, la independencia de Ucrania y la separación de Crimea constituyen una barrera de entendimiento entre las grandes potencias.

Son evidentes los intereses de Rusia en Ucrania, y, más en Crimea. Solo que en esta parte de Euro-Asia los problemas están juntos: diversos pueblos que conviven, nacionalismos ancestrales y deseos de libertad.

En Crimea hay una población mayoritariamente rusa desde la época imperialista de Catalina “La Grande”; hablan diferentes idiomas:  ruso, tártaro, checheno, ucraniano, profesan diferentes religiones: ortodoxa griega, católica romana, islámica. Cada pueblo ama sus banderas originales, sean rusas, tártaras o chechenas. Por eso, se explica la victoria rusa en el referendo, pero, ¿ y el resto de pueblos?. Los tártaros, aunque son el 10%, están a favor de Ucrania; temen a Rusia por ser heredera de la Unión Soviética y lo que significó para ellos su gobierno.

Por otro lado, aunque Crimea decida unirse a Rusia, Ucrania, también, es un problema por ser un “Estado de tránsito” para abastecer el gas natural de Rusia a la Unión Europea. 175 millones  de pies cúbicos diarios pasan, a través de gasoductos en territorio ucraniano. Moscú, debe establecer control. La Unión Europea, debe asegurar la llegada de la materia energética a sus países. Ya existe un antecedente, pues, en el 2009, Moscú suspendió la exportación del gas a través de Ucrania generando problemas en los países europeos. Por otro lado, Ucrania depende del gas y  petróleo ruso; su deuda avanza a 2mil millones seiscientos mil dólares por gas y debido  a esta situación insufrible, el gobierno de Yanukovich en 1997, hizo un trato con Rusia: la flota rusa podía quedarse en el puerto de Sebastopol (Crimea) hasta el 2017. Posteriormente, se hizo otro arreglo (2010), Rusia condonó la deuda de gas de millones de dólares, a cambio de permanecer la flota naval rusa, en ese puerto, 25 años más

La situación actual de Ucrania y Crimea, es un nuevo polvorín de guerra. Diversos nacionalismos, discriminación a las minorías, intereses de las grandes potencias, y variados recelos de los pueblos antes sometidos por el imperio soviético.

Crimea, de origen musulmán turco, durante siglos fue parte del imperio ruso; luego de la Unión Soviética, pero a partir de 1997 de Ucrania, antes era tártara, de ascendencia del gran Genghis Kan. La historia de este pueblo, hoy minoría, también constituye una amenaza para la estabilidad ruso-crimeana. Los tártaros, en el gobierno autoritario de Stalin, fueron despojados y desterrados hacia los desiertos de Asia Central Soviética, a los campos de concentración o gulaks, donde la población murió de hambre, nostalgia, enfermedades y fríos inmisericordes.

Stalin, acusó a los tártaros de ser colaboradores de los nazis en la Segunda Guerra Mundial y los condenó a la muerte. En la historia, se citan muchos pueblos colaboradores del “enemigo”. Las investigaciones actuales, luego de la desclasificación de documentos, dan a conocer que miles de tártaros trabajaron en el ejército rojo, otros ayudaron a los nazis porque odiaban al comunismo, pero se sabe que Stalin necesitaba mano de obra para abrir carreteras y otras obras en el Cáucaso y las minorías de la población como tártaros, y chechenos, tenían que hacer el trabajo para el avance del ejército rojo. En estas condiciones, murió el 46% de la población tártara. Según la historiadora Najiye Batalova, los sobrevivientes del destierro trabajaron, también, como esclavos en los campos de algodón en Uzbekistán. Hacia 1949, murieron más de la mitad de los tártaros de Crimea y los sobrevivientes regresaron durante el gobierno de Gorbachov, en condiciones de refugiados en su propia tierra.

En la actualidad, los tártaros en Crimea disponen de un congreso con sede en Simferopol; tienen su propio himno nacional, aunque niegan ser minorías, y afirman ser pueblos nativos. Sus actividades se encaminan a la restauración de su cultura, incluyendo la lengua tártara en las escuelas.

El día del referendo en Crimea no votaron en su mayoría, quieren seguir formando parte de Ucrania, pero hay mayoría rusa 58% de la población, ucranianos 32% y tártaros 10% que sumando los dos pueblos haría peso en un 42%.

Por último, en Crimea está Sebastopol, en donde Rusia tiene su poderosa flota naval del Mar Negro. Rusia no va a perder este importante puerto por razones geoestratégicas. Para Rusia, si bien tiene el apoyo de la población ruso- hablante, en Crimea tendrá que enfrentarse a diversas situaciones en su contra.
 

Mariela Bernal C.

Profesora de Historia Contemporánea del Bachillerato Internacional, se graduó en la Universidad Central del Ecuador en Ciencias de la Educación,  fue profesora de Historia Social en la Universidad Católica, realizó cursos abiertos de Historia Andina en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales e Investigadora de temas de Historia.

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