

El poema A Dorys Rueda puede verse como una "bendición poética" porque Jorge Ampuero Vacacela otorga a Dorys no solo un deseo de éxito, sino un anhelo profundo de que su vida y su escritura se vean guiadas por una fuerza transformadora y espiritual. El autor no solo reconoce su agudeza, sino que le desea una conexión tan intensa con la poesía que esta se convierta en un elemento esencial de su existencia, un compañero constante en su camino creativo.
La "bendición poética" se entiende como un acto de invocación de lo mejor para Dorys, en el que sus palabras tienen el poder de florecer, de convertirse en algo vivo y palpable. El deseo de que la escritura de Dorys se convierta en una fuente inagotable de belleza y transformación es un acto de fe en su capacidad de crear. La idea de que "su alma se nutra de poesía hasta que los escritores sientan que les falta algo" sugiere que su arte será tan vehemente que dejará una huella significativa.
El poema se transforma en una invocación poética porque, al desear que la palabra de Dorys sea tan significativa, el autor está pidiendo que su obra no solo perdure, sino que cambie la realidad que la rodea. Este acto de invocar lo mejor para ella está impregnado de un halago afectuoso hacia su capacidad para tocar vidas, reflejando un deseo de que su escritura no solo sea un medio de expresión, sino una fuerza capaz de trascender y mover a quienes la leen.
Jorge Ampuero Vacacela nació en la hacienda Los Álamos, del cantón Naranjal, el 12 de enero de 1970. Pequeño aún partió con su familia a Guayaquil, ciudad en la que egresó en la carrera de periodismo e hizo la mayor parte de su vida profesional.
Trabajó en Diario Expreso, primero como corrector de pruebas y después en las secciones Internacional y Cultura, siendo este último espacio el que le daría la oportunidad de encontrar su verdadero oficio: cronista cultural.
Posteriormente, colaboró con Diario El Telégrafo, en la renombrada sección Retrato y haciendo crónicas de viajes. Por un breve periodo trabajó en El Diario, de Manabí, El Mercurio, de Cuenca, y colaboró con la revista Mundo Diners.
Actualmente dedicado a la agricultura, se da tiempo para "escribir, leer y tratar de interpretar la vida sin que haya muertos ni heridos", según su propia definición.