LEYENDA DE PICHINCHA
 

 

Informante oral: María Ana Quishpe, Ángelo Sánchez
Recopilación: Dorys Rueda, 2022
Adaptación: Dorys Rueda
 
 

Hola, soy Ana María Quishpe y quiero compartir con ustedes una historia increíble que viví cuando era niña. Era un día de octubre, con el cielo despejado y de un azul brillante. Mi mamá, mi hermana menor que tenía 7 años y yo habíamos decidido ir a Quito Sur para atrapar catzos. Los catzos son unos pequeños escarabajos voladores que nos encantaba perseguir.

Caminábamos muy contentas, riendo, hablando y jugando. Todo iba bien hasta que llegamos a la quebrada en Solanda. De repente, frente a nosotras, apareció un hombre desconocido. Nos miraba fijamente y nos hizo señas con la mano, como si quisiera que lo siguiéramos. Al principio pensamos que tal vez quería ayudarnos, pero había algo extraño en él.

El hombre se acercó más y, de pronto, intentó tomar la mano de mi hermanita. ¡Qué susto!  En ese momento, mi mamá la abrazó fuerte y con una voz decidida le dijo al hombre: “No vamos contigo a ningún lado”. Él se quedó quieto, mirándonos sin decir nada. Nosotras, sin perder tiempo, empezamos a caminar más rápido y subimos a una colina cercana donde nos pusimos a atrapar los catzos. Fue una tarde muy divertida persiguiendo a esos pequeños escarabajos.

Cuando terminamos y tuvimos que regresar por el mismo camino, el hombre ya no estaba. ¡Qué alivio! Nos sentimos más tranquilas y continuamos nuestro camino de vuelta a casa. Pero al llegar, algo extraño sucedió: mi hermanita comenzó a sentirse mal. Estaba pálida y parecía tener dolor de cabeza. Mi mamá, preocupada, la llevó al doctor, pero los medicamentos no lograban mejorarla.

Entonces, mi mamá decidió llevarla a un pueblo llamado Mulalillo, en la provincia de Cotopaxi, donde vivía un curandero. Él sabía mucho sobre remedios naturales y plantas medicinales. Cuando vio a mi hermanita, le dijo a mi mamá que su enfermedad se debía a la presencia de aquel hombre que vimos en la quebrada. Le explicó que probablemente ese hombre era "El Cuco".

Mi mamá y mi hermana se quedaron en Mulalillo durante un mes y gracias a los cuidados del curandero, mi hermanita comenzó a mejorar lentamente. Cuando regresaron a Quito, ¡ya estaba completamente sana!

Nunca olvidamos lo que sucedió aquel día. La lección que aprendimos se resume en este refrán: "Camarón que se duerme, se lo lleva la corriente". El encuentro con el hombre extraño nos enseñó a estar siempre alerta y no dejar que el miedo nos haga perder la concentración. A veces, los peligros surgen cuando menos lo esperamos, por eso es crucial mantener la calma y actuar rápidamente cuando algo raro ocurre.

 

 

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  • homeLa autora Dorys Rueda, 13 de Febrero del 2013.
  • mailelmundodelareflexion@gmail.com
  • mapOtavalo, Ecuador, 1961.

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