Profesor Reinaldo Murgueytio
Para tener seguridad en las enseñanzas diarias que el príncipe Atahualpa recibía de su maestro Quishpe, éste le sometió a una prueba de valor y de estoicismo.
Existía una cárcel conocida con el nombre de Samka-cancha en una de las quebradas de las faldas del volcán Pichincha, cercano a Quitwa y que hizo construir Huayna-Cápac para castigar ciertos delitos, especialmente la traición, y para atemorizar a los pueblos que acababa de conquistar.
Esa cárcel era un lugar tenebroso en el cual moraban algunas víboras de cuyas mordeduras no podían escapar los delincuentes. Caído en ese pozo no se salía sino hinchado y amoratado para luego ser colgado en la plaza, para que sirviera de escarmiento a los pobladores.
El maestro Quishpe condujo a Atahualpa a visitar esta Samka-cancha y poder examinar, entonces, el grado de valor y las impresiones que de hecho debían producirse en el ánimo del joven príncipe.
-¿Por qué me has conducido a este lugar?, le interrogó Atahualpa, un tanto picado por la curiosidad.
-Tú, joven príncipe, que estás llamado a gobernar, necesitas conocer estos lugares para que aprecies el dolor de los demás y para que experimentes el valor que posees.
-¿Y qué piensas hacer conmigo?
-Mira, esa víbora que ves al fondo del pozo sólo muerde al verdadero delincuente, al que ha mentido, al que ha matado, al cobarde, a cualquiera que tenga una cualidad negativa y malsana. ¿Quieres tú probarte?
-Átame un lazo a la cintura y bájame al fondo del pozo y sabrás quién soy, dijo con resolución firme Atahualpa.
El Amauta bajóle como él quería y la víbora, en lugar de enroscarse para saltar, sólo zigzagueó a los pies de Atahualpa, humilde y dominada por alguna fuerza invisible.
-Bien, le dijo Quishpe, estoy orgulloso de mi discípulo. No sólo has probado dominio de ti mismo e intrepidez, dos valiosas cualidades para un hombre de gobierno, sino que tu conciencia adonde no me es posible penetrar, no te ha acusado de nada. Eres un ser puro. Ven y demos gracias a Inti que nos ilumina por haberte dado un corazón bien formado.
Cuando Atahualpa llegó al poder, ordenó que se tapara ese pozo, porque comprendió que el dolor proveniente de la tortura espanta, pero no corrige, y que el mejor camino es el que se finca en el cumplimiento del deber, lo que produce una conciencia tranquila, la mejor coraza contra toda inquina.
Leyendas Ecuatorianas, Clásicos Ariel.