Mariangula era una joven de catorce años, su mamá vendía las tripas que se puede ver en la calle en varios sectores de la ciudad, no. Esas tripas, “tripamishqui” que llaman, ponen un brasero con carbón y las están asando. Tienen un olor muy penetrante. Aparte de eso, esas tripas sirven para los niños pequeños, para los problemas de estómago, les endura mucho, no. Para evitar problemas de diarreas, de disentería, problemas de flojera del estómago.
Bueno, la mamá mandó a Mariangula a comprar tripas, pero la muchacha era muy inquieta y se fue con los amigos, y fue a jugar y se gastó todo el dinero. Y cuando gastó todo el dinero dijo: ¡uy!, ¿y ahora las tripas para mi mamá? Que si llego, mi mamá me pega no, ¡em!
Justo pasaba por el cementerio, no. “Tonces, se le ocurrió la idea de sacarle las tripas a los muertos y llevárselas a su mamá para que las vendiera”. Y en efecto, así lo hizo. Las tripas se vendieron… y todo.
Y ya en la noche, vivían en una casa que tenía dos pisos, y en la noche la muchacha se estaba acordando de lo que había hecho. Y en ese momento mismo, escuchó que la puerta se abría; pero sólo escuchaba ella, porque el resto de personas no escuchaban. Hacían para ella, hacían mucho ruido, y ella se preguntaba: ¿por qué no se despiertan? ¿Quién es? No se despierta nadie, ni mi papá, ni mi mamá, ni nadie. Y sólo ella escuchaba, que le parecía que era un sueño. Tonces, empezaba a decir esta voz así: “Mariangula, dame mis tripas y mi puzún que te robaste de mi santa sepultura”.
Y la muchacha se ponía muy tensa, no; y escuchaba los sonidos de las gradas que subía, no: “Mariangula dame mis tripas y mi puzún que te robaste de mi santa sepultura”.
Entonces se puso muy tensa ella. Le llamaba al papá y a la mamá, pero no se despertaba nadie. Nadie se despertaba, y ella se encontraba sola. Y entonces, no, esta Mariangula no sabía qué hacer esta muchacha, no. Y… y no era un ser el que… el que… el que le decía: “Mariangula devuelve mis tripas”, no, eran muchos seres. Y ella estaba muy tensa y decía: ¿Qué puedo hacer, ¿qué puedo hacer para salvarme? ¿qué me van a hacer estos seres?” -pensaba ella.
Así es que, cerca de ella, estaba una gillette, y ella se cortó su estómago. Cuando ellos, estos seres, así abrieron la puerta de su dormitorio, pues, Mariangula se encontraba con todas sus tripas regadas en la cama, muriéndose. Y estos seres desaparecieron.
Nota: “Este cuento de “Mariangula” se conoce en todo el Ecuador. En algunas variantes de la Costa, la madre de Mariangula vende “carne en palito” (comida popular de esta región) en lugar de “tripamishqui” (comida serrana). El chuzo en que se asa la “carne en palito” sirve a Mariangula para defenderse de los fantasmas.
Circula también una extraña variante en la que el personaje protagónico Mariangula es HOMBRE. Posiblemente el informante de esta versión presupone que los profanadores de tumbas son siempre hombres, y quiso que el cuento sea también una censura y una advertencia para ellos.
Laura Hidalgo, Mariangula y otros aparecidos, Eskeletra Editorial, 1995.
MARIANGULA
Cuenta la leyenda que una madre se dedicaba a vender tripa asada al carbón, envía a su hija adolescente a comprar más vísceras por que se habían agotado. La chiquilla desobedeció, fue a jugar y se gastó el dinero con sus amigos. Sabiendo de la reprimenda que le daría su madre, fue al cementerio del Centro Histórico, entró al camposanto y sacó las tripas de un muerto recién enterrado. La madre preparó y vendió las tripas mejor que otros días. ... Posteriormente, una macabra voz empezó a llenar la habitación de la chiquilla diciendo ‘Mariangula, devuélveme las tripas que me robaste de mi santa sepultura” ...