A mí me pasó un caso, verá para llegar a Otavalo había una quebrada en un corte cerrado. Si usted pasaba por ahí decían que le sale la viuda. Yo ya iba con ese pensamiento, por eso llevaba el yatagán (sable) sacado que iba relumbrando con la luna. Cuando llego a la quebrada, el agua… shshshsh… sonaba. Entonces sale una vestida de negro y tapada con el pañuelón, ¡Carajo –le dije- una gran puta, aquí te carga el diablo o qué mierda! Cuando me vio que le iba a ensartar el yatagán me dijo: “no me mates, yo soy de ésta no de la otra! Había sido una bandida que hacía correr a los hombres. ¿Y por qué andas así? Le pregunté. Dijo: “Sabe que mi marido se me rancla y en esta forma lo tengo sujeto.
Cuento popular ecuatoriano, Colección Antares.
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