Dorys Rueda
Conocemos al “duende” a través de los cuentos y leyendas que nos contaban nuestros padres y abuelos, cuando éramos niños. Las palabras fluían en la noche y oírlos era una experiencia maravillosa para todos, porque las historias nos trasladaban a un mundo mágico y sobrenatural que nos atraía y nos asustaba. Entre los más famosos estaba el duende.
El duende es un ser pequeñito de no más de 80 centímetros de altura. Su cuerpo es abultado y tiene piel muy blanca. Algunos dicen que tiene ojos azules, otros que tiene ojos oscuros. Algunas veces se presenta con pies y manos de reptil, orejas grandes, uñas largas y sucias, y dientes que parecen de oro. Dependiendo del lugar, lleva poncho rayado, calzón y alpargatas. También, un sobrero grande de paja toquilla a manera de sombrilla. Tiene el poder de atravesar las paredes de las casas, ingresar por los orificios más pequeños y deslizarse bajo la puerta.
Por lo general, se hace visible a la gente a partir de las seis de la tarde, hora en que abandona su escondite. Pero puede presentarse también a plena luz del día, cuando alguien ofende la moral pública. Tira piedra a los enamorados que están en la quebrada, no para causales daño, sino para asustarles y obligarles a cambiar su comportamiento. ¡Sin duda, fueron los mejores policías municipales de ese tiempo!
Al duende le gusta caminar por los potreros y los caminos solitarios, lugares de los que sale para molestar a las personas que pasan por allí o para golpear con sus puños a los borrachos a los que detesta con todo su ser. Le encanta también vivir en las quebradas, dentro de los hornos del pan, en inmuebles abandonados o en casas donde hay niños no bautizados. También se guardan en cualquier cavidad del medio ambiente o en los árboles de aguacate y de limón. Aman la naturaleza y por ello, no soportan a quienes la agreden.
Por lo general, el duende no tiene aficiones amorosas, pero le llama la atención las niñas de cabello largo y negro que tienen ojos saltones. Cuando encuentra la precisa, le ofrece naranjas y pan, pero el pan es excremento de vaca y las naranjas son frutos de una planta venenosa. De ahí que las madres, cuando sus hijas no acataban las órdenes, les decían: “Si no haces esto o aquello, vendrá el duende y te llevará con él”.
Pocas leyendas hablan del duende perverso que atormenta a las niñas malcriadas, a quienes las azota hasta dejarles señales en su cuerpo que solo ellas pueden ver. Por lo general, el duende es doméstico y travieso, no le gusta estar solo. Cuando una familia le atrae, se instala en su casa para esconder objetos o cambiar de lugar las cosas que no le agradan. Disfruta mucho de sus diabluras y permanece en el hogar muy feliz, cuando la familia no hace nada para expulsarlo. Si la familia cambia de ciudad, él también se muda porque está cómodo en la vivienda. Por esta razón, cuando las personas quieren deshacerse de este ser tienen que destruir aquello que cautiva al duende, sea un objeto, un adorno o un alimento de la casa. Pero si su centro de atención es una niña, hay que acudir a la iglesia más cercana y hablar con el sacerdote que tiene el poder de expulsar al duende de cualquier lugar.