En la provincia de los Ríos, en Vinces, en la época de la pepa de oro había un agricultor que se dedicaba sólo a cultivar el cacao y después de cada cosecha este agricultor era un tipo que no sabía leer ni escribir.
Con el producto de sus cosechas, es decir, con las ganancias se iba y se pegaba unos paseos por Europa y en París. Allí se enamoró de una prostituta. Él la sacó de un burdel. Pero que pasa, que además hay una situación: que este agricultor decía de que descendía de condes, y todo el mundo le conocía como el conde de Mendoza. Se la trajo a esta prostituta acá y la tenía viviendo en su casa de hacienda.
Además de él dedicarse a la cuestión del cultivo de cacao, él tenía pozos grandes en donde él criaba lagartos a los cuales les sacaba el cuero y los vendía muy bien. Esta mujer como era ninfómana quería estar haciendo el amor con todo hombre que veía y hasta con el casero, es decir, el muchacho de la casa que le cortaba la leña y le llevaba agua. Una vez esta mujer se le enamoraba a todos, se les enamoraba ella; se les brindaba y cuando llegaba el marido decía que aquel tipo había querido abusar de ella. Y el conde lo que decía era:
Bueno tú has querido abusar de ella: ¡A la lagartera!
Y así mataron a un pocotón de campesinos de esa manera ¿no? En Vinces, esa es una de las leyendas del Conde de Mendoza y tiene más leyendas.
Cuento popular ecuatoriano, Colección Ariel, 1993
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