
COMENTARIO
El poema Aguas Mil impacta al lector con su tono melancólico y su carga simbólica, presentando la lluvia como una fuerza implacable que cubre el mundo entero, sin distinguir entre seres ni razones. A través de imágenes vívidas y sensoriales, transmite una sensación de desolación y fatalidad, donde la lluvia no solo moja el paisaje, sino que parece impregnarlo todo, incluso la existencia humana. La personificación de la lluvia como un reclamo airado y la metáfora de un poema que se suicida refuerzan la idea de desesperanza y pérdida. La reflexión final sobre su efecto universal, que alcanza a todos sin excepción, convierte la lluvia en un símbolo del destino inevitable, dejando en el lector una sensación de fragilidad y admiración ante la naturaleza y la vida.
Jorge Ampuero Vacacela nació en la hacienda Los Álamos, del cantón Naranjal, el 12 de enero de 1970. Pequeño aún partió con su familia a Guayaquil, ciudad en la que egresó en la carrera de periodismo e hizo la mayor parte de su vida profesional.
Trabajó en Diario Expreso, primero como corrector de pruebas y después en las secciones Internacional y Cultura, siendo este último espacio el que le daría la oportunidad de encontrar su verdadero oficio: cronista cultural.
Posteriormente, colaboró con Diario El Telégrafo, en la renombrada sección Retrato y haciendo crónicas de viajes. Por un breve periodo trabajó en El Diario, de Manabí, El Mercurio, de Cuenca, y colaboró con la revista Mundo Diners.
Actualmente dedicado a la agricultura, se da tiempo para "escribir, leer y tratar de interpretar la vida sin que haya muertos ni heridos", según su propia definición.