Escribo porque me hace
frío en las noches y cada
palabra me da calor,
me quema, me resucita...
COMENTARIO
Dorys Rueda
Marzo, 2025
El tema central de la poesía es el acto de escribir como una necesidad vital y catártica, una forma de encontrar consuelo, de conectar con el mundo y de explorar la existencia. El hablante escribe para dar sentido a lo que siente, para acercarse a lo que nunca podrá alcanzar, y para transformar recuerdos y emociones. A través de la escritura, busca comprender y expresar su relación con lo cotidiano, como el mar, los libros, la lluvia, y hasta con lo más sencillo y vulnerable, como los perros vagabundos y las flores sin jardín. La poesía refleja la búsqueda constante de conexión, comprensión y redención a través del lenguaje.
Entre las figuras literarias más importantes está la anáfora, que consiste en la repetición de una misma palabra al inicio de varias frases consecutivas. Esto se puede ver en la repetición de "Escribo" al inicio de casi todas las estrofas, lo que refuerza la idea de que la acción de escribir es un acto constante y fundamental para el hablante. Otra figura importante es la metáfora, especialmente visible en "para acortar distancias con el mar y sus náufragos solemnes". Aquí, el mar y sus náufragos no se refieren literalmente al océano y sus sobrevivientes, sino que simbolizan los conflictos o las dificultades existenciales, sugiriendo que el acto de escribir sirve para acercarse a esos desafíos emocionales o espirituales. El oxímoron también aparece en "náufragos solemnes", ya que combina dos conceptos aparentemente opuestos: la tragedia de un naufragio con la solemnidad, creando una imagen de pesar profundo que se eleva a un nivel casi sagrado o serio. Se observa también la metonimia, como en "para que el pan, y los libros, y la lluvia, y la ternura cumplan su misión entre la gente sin excusas". El pan, los libros y la lluvia son elementos que representan necesidades humanas básicas y el deseo de que estos cumplan su función de manera genuina, sin evasivas. En la línea "Escribo para matar unos recuerdos y dejar vivos otros", encontramos una antítesis, ya que se oponen la muerte y la vida, los recuerdos que se eliminan frente a los que se preservan, estableciendo un contraste en la memoria emocional.
Estas figuras literarias enriquecen la poesía, otorgándole una mayor carga emocional y simbólica, y reflejan el conflicto interno del hablante a través de recursos que invitan a la reflexión.

Jorge Ampuero Vacacela nació en la hacienda Los Álamos, del cantón Naranjal, el 12 de enero de 1970. Pequeño aún partió con su familia a Guayaquil, ciudad en la que egresó en la carrera de periodismo e hizo la mayor parte de su vida profesional.
Trabajó en Diario Expreso, primero como corrector de pruebas y después en las secciones Internacional y Cultura, siendo este último espacio el que le daría la oportunidad de encontrar su verdadero oficio: cronista cultural.
Posteriormente, colaboró con Diario El Telégrafo, en la renombrada sección Retrato y haciendo crónicas de viajes. Por un breve periodo trabajó en El Diario, de Manabí, El Mercurio, de Cuenca, y colaboró con la revista Mundo Diners.
Actualmente dedicado a la agricultura, se da tiempo para "escribir, leer y tratar de interpretar la vida sin que haya muertos ni heridos", según su propia definición.