Te pienso, Vri, desde el aleteo de una mariposa,

desde la innoble humedad de los secretos,

desde la perspectiva inútil de los sueños.

Hay noches en las que arden todos mis hielos, Vri,

y no hay silencios en que pueda acurrucarme.

Sentado sobre mi sofá (largo, mentiroso y cruel),

mis huesos permanecen, como en un velorio, a la espera de tu cuerpo milagroso.

La luna entre tus muslos es un seducción ciega,

es la convocatoria urgente a todas las preguntas,

es la duda que enciende las praderas imposibles,

es el desafortunado amor inalcanzable y animal,

es el placer que se extingue en todos los espejos.

Todo se confunde, Vri, entre el deseo coyuntural, entre la necesidad de abrir los pétalos de tu voz,

entre los vicios que dejas amontonados, entre las cosas que todavía no debemos nombrar.

Hay días en que son tan inertes las mañanas,

días en los que muero de ganas de existirte, Vri,

días que nunca recuperaremos entre los susurros,

días tan inverosímiles como yo cuando te espero.

 

Rubén Darío Buitrón

13 de mayo de 2025

 

 

 

 

 

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