En los rincones de Otavalo, el diablo tenía una forma muy peculiar de tentar a los hombres: se vestía con un traje negro impecable, sombrero de copa alta y una actitud de total sofisticación. Era tan apuesto que cualquiera podría haberlo tomado por un modelo o el dueño de una tienda de trajes de lujo. Nadie en la ciudad sospechaba que aquel hombre tan bien plantado fuera, en realidad, el mismísimo diablo. Sin embargo, había algo que no podía ocultar: sus uñas. Eran largas y grandes, con una curva tan peligrosa que parecían sacadas directamente de una película de terror.

Como buen profesional de la tentación, el diablo pasaba horas cortando y limando las curvaturas de sus uñas, tratando de mantenerlas más cortas. Pero el esfuerzo era agotador. En lugar de estar por la ciudad de Otavalo ofreciendo fortuna y bienes a cambio de almas, el día se consumía en esa constante lucha contra sus uñas, lo que lo dejaba completamente exasperado.

Un día, mientras paseaba por las calles, una viejecita que lo había estado observando con curiosidad no pudo más. Con una sonrisa pícara, se acercó y le dijo: "Oiga, señor diablo, qué uñas tan feas tiene. No las puede esconder y si no quiere que lo reconozcan por la ciudad, debería ir a un salón de belleza. Créame, después de un buen corte y una capa de barniz, nadie se enterará de que usted es el mismísimo diablo".

El diablo, tras escucharla, pensó que, en efecto, la anciana tenía razón. Después de hacer algunas averiguaciones, finalmente dio con un salón de belleza. Entró con paso firme y pidió un arreglo de uñas. La joven que lo recibió, sorprendida por su porte y presencia, pensó que el hombre era un galán de cine. Con delicadeza, le ayudó a quitarse la chaqueta y el sombrero, y luego  le invitó a tomar asiento.  Cuando vio sus uñas, visiblemente asombrada, no pudo evitar decir: "Disculpe, señor, pero hasta el mismo diablo tendría envidia de unas uñas tan largas como las suyas".

El diablo, complacido por el cumplido, dejó escapar una sonrisa y, con tono confiado, le pidió: "Corte solo la curvatura, señorita, el resto déjelo largo. Me gustan así, pero asegúrese de pintarlas de negro, que va mejor con mi estilo".

La joven, sin dudar, cumplió con su pedido al pie de la letra y realizó un trabajo impecable. Cuando el diablo se levantó para irse, con una sonrisa en los labios, dijo: "No soy quien usted piensa. Soy un influencer. Regalo dinero y bienes materiales a quienes me siguen y estas uñas son mi marca personal. En mi negocio, si no tengo las uñas largas, no puedo firmar los contratos con mis seguidores”.

 

Dorys Rueda, Cuentos de leyendas y magia, 2025

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  • homeLa autora Dorys Rueda, 13 de Febrero del 2013.
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  • mapOtavalo, Ecuador, 1961.

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