Contra lo que se piensa,
a veces el amor
tiene a la mano alguna explicación
matemáticamente emocionante
o emocionantemente matemática.
Viéndolo de ambos modos
lo nuestro es algo así
como que me divides para ti
y yo te alcanzo,
y que yo te divido para mí
que poquito a poquito empiezo a calcularte,
que anoto en la memoria tus piernas,
tus caderas,
y que llevo, contando con el tacto,
las calideces que se te derraman,
que así suelo seguir,
que sigo, sigo,
y en forma minuciosa tú me alcanzas;
que eso quiere decir
que somos como uno para uno
que eso es igual a uno
y que para los dos
ese uno basta para estar más juntos,
para el único ardor en que cabemos
para el ansia común de hacernos cero,
para que sobren todas las palabras.
Antonio Preciado
Esmeraldas, Ecuador, 1941