Por: Mariela Bernal C.
Para: elmundodelareflexion.com
 

Los trenes fueron parte vital en la consecución de los planes de la “Solución Final” para trasportar a centenares de miles de prisioneros hacia los campos de la muerte, sobre todo en Polonia y demás territorios avasallados del este de Europa. Estos trenes formados por vagones de ganado partían desde todos los países ocupados por la Alemania nazi con un destino concreto: Los campos de exterminio en donde tras llegar después de varios días de viaje en condiciones infrahumanas eran seleccionados para apartar a los prisioneros aptos para ser esclavizados y el resto acabar directamente en las cámaras de gas.

El hacinamiento en los vagones, unas 50 personas en cada uno, producía decenas de muertos en cada viaje ya que el hambre, la sed, la ausencia de aire entre las apreturas los mataban. Estos muertos por hambre o asfixia y debido a la permanencia de pie por la estrechez de los vagones se mantenían en esta posición durante los días que duraba la deportación a los campos de concentración y exterminio nazis.

Por supuesto las tropas SS que se encargaban de vaciar los ghettos y poblaciones de los territorios ocupados jamás informaban a los prisioneros del terrible destino de estos transportes para evitar revueltas y solamente se les decía que serían conducidos a campos de trabajo y labores agrícolas en otros territorios ocupados.

Así mismo los prisioneros eran inducidos a llevar dinero en metálico que posteriormente sería robado para engrosar tanto los bolsillos de muchos nazis como las arcas del régimen alemán.

La empresa de ferrocarriles alemanes Reichbahn, antecesora de la actual Deutschebahn, fue la principal implicada en el transporte de todos los prisioneros hacia los campos de exterminio. Según los cálculos se realizaron 1.600 transportes desde Alemania hacia los exterminadores campos polacos; cada transporte estaba compuesto de una media de 50 vagones lo que arroja una cifra aproximada de 4 millones de prisioneros deportados desde Alemania a la muerte.

Recientemente, en 2006, un tribunal de Toulouse (Francia) ha condenado tanto al estado francés como a la empresa de ferrocarriles de este mismo país al pago de una serie de indemnizaciones por la colaboración de buen grado con las fuerzas invasoras nazis en la aportación de vagones y locomotoras que sirvieron para el traslado de miles y miles de judíos hacia los campos de exterminio.

Los jueces remarcaron que en ningún momento la empresa de ferrocarriles franceses se opuso a los convoyes de deportaciones ni emitió opinión alguna, aún sabiendo que las familias hacían ese siniestro viaje privados de alimentos y de las más elementales medidas de higiene.

Que ambos responsables se distinguieron por el exceso de celo que pusieron en realizar el trabajo sucio, incluso más allá de lo exigido por la ocupación. Y recordó que la empresa ferroviaria consideraba esos convoyes como transporte de tercera clase, mientras que las desgraciadas víctimas eran apiladas en vagones de ganado. Los jueces puntualizaron que la empresa no sólo no objetó ni protestó, sino que siguió reclamando el pago de las facturas aún después de la liberación. Respecto de este punto, destaca el fiscal de la causa que los ferrocarriles franceses facturaron al estado el transporte de los deportados, por lo que la empresa no podría argumentar que había sido confiscada por el régimen nazi.

Composición de los transportes de judíos según los países de los que fueron transportados a Auschwitz:

                                                                           

Considerando la inmensa tragedia humana del Holocausto, la gente siempre se pregunta, cómo pudo ser organizado un tan grande esfuerzo logístico, para matar a millones y millones de seres humanos, no en tiempos de paz, pero en tiempos de guerra, donde, en el campo de las batallas, cada tren, cada camión, cada vehículo y medio de trasporte puede significar la victoria y/o la derrota. Hay un simple cálculo y la organizada logística ferroviaria alemana de la German Reichbahn y a la Ostbahn ganaron: 50 vagones X 50 prisioneros X 1.5 trenes X 1.066 días = 4.000.000 de “evacuados”.
    
Un convoy estándar de la Ostbahn alemana, tenía cincuenta vagones de carga. En un vagón que antes cargaban animales, hoy entraban cincuenta personas.

                                      50 personas X 50 vagones = 2.500 personas en cada convoy.

Una orden verbal de Hitler fue pasada directo a Goerring. Esto encomendó la tarea a Heydrich. En Wanasse, un bucólico suburbio de Berlín, en una arquitectural mansión expropiada a un comerciante judío, en la cual el mismo Heydrich quería mudarse después de la guerra, durante una reunión secreta, varios oficiales del SS, GESTAPO, Gobierno Nazi de Polonia y exponentes civiles de medio y alto rango del establishment alemán decidieron la suerte de 11.000.000 de Judíos, entonces bajo el dominio de los ejércitos alemanes. En enero de 1942, la misión fue dada de organizar y buscar consenso dentro del gobierno alemán de “emigrar” y “evacuar” (al Este) por la fuerza a todos los judíos bajo el dominio temporal de la Alemania nazi en Europa.
 
Se calculó que se necesitaban más de 1.600 trenes: 1.600 convoyes que debían alimentar, de una manera continúa y ordenada las maquinas de la muerte de varios campos de concentración, donde los alemanes acaban de inventar (diciembre de 1941 en Auschwitz) un nuevo método eficiente, rápido, silencioso y económico de matanza en masa: La Cámara de Gas. Además tenían el lugar perfecto: Polonia, el país más antisemita de Europa.
         
De los seis millones de Judíos que han sido exterminados durante la Segunda Guerra Mundial, los primeros dos 2 millones fueron asesinados de inmediato por la Policía Militar Alemana y sus unidades adicionales, escuadrones móviles de la muerte Eisentzgruppen*, en ejecuciones, debido al hambre, a enfermedades, en la horca, ahogados y hasta con gases de escape de los camiones militares. Los alemanes intentaron todos los métodos conocidos por la humanidad hasta la respectiva fecha. En la luz del tiempo, recordado en la memoria escrita de la raza humana, fueron el pueblo conquistador más cruel de la historia.
        
En las conversaciones oficiales alemanas, el termino empleado era “evacuación”. Una vez, cuando Hitler estaba visitando al Mariscal Antonesco en Rumania, el mismo Martín Bormann, secretario de Hitler y líder del partido nazi, amonestó muy fuerte a Himmler (quería darle una buena noticia al Hitler en sus cumpleaños) que le informo que ya fueron exterminados 50.000 Judíos en un campo de Polonia. “¡No fueron exterminados, solo evacuados, evacuados, evacuados!”, le gritó Bormann y cerró el teléfono.
         
Desde Libia hasta Escandinava, desde Irlanda hasta Rusia, para los alemanes, la tarea de encontrar a los judíos, concentrarlos y montarlos en trenes fue inexplicablemente fácil. Les fue súper fácil en los Balcanes, Europa Central, Rusia y en Sur-Este del Continente y se beneficiaron de la benévola cooperación de los franceses. Más lento y difícil les fue con Mussolini que se rehusó en entregar sus judíos y chocaron con la total negativa de los países nórdicos y escandinavos. Ésta fue la razón que la mayoría de los campos de concentración fueron montados en Polonia, cuya población tenía una profunda actitud antisemita durante la Segunda Guerra.
 
Los mil seiscientos (1.600) trenes que se organizaron y transportaron su carga humana hasta los campos de trabajo, concentración y exterminio y la consecuente muerte de 4.000.000 de Judíos, solo representó 1.5% del total de la logística diaria de guerra alemana. Por ejemplo, para abastecer al 100% los ejércitos Nazis en la Unión Soviética, se necesitaban unos cien trenes diarios. 1.5% de trenes para los prisioneros Judíos es casi un insignificante porcentaje dentro de esta inmensa logística. Los trenes de abastecimiento y logísticas corrían en un sentido oeste-este con alimentos, armas, soldados, armamento y pertrechos militares al frente ruso y de regreso colectaban a los miles de prisioneros reunidos en los puntos claves del Ostbahn, de más mil setecientos campos de trabajo y campos de concentración hacia las grandes terminus: las fábricas de las muertes de Polonia.
 
Un mínimo esfuerzo bélico. Impresionante, pero esto fue todo que les tomó a los alemanes matar a tanta gente. El colmo del cinismo es que la SS pagaba por cada prisionero judío transportado a la compañía de trenes alemana el mismo precio por kilómetro que se cobraba a un pasajero civil alemán, medio pfening.
 
Entre enero de1941 y diciembre de 1944, la fecha oficial de cierre del Complejo Auschwitz-Birkenau, el ritmo promedio fue de 1.5 trenes diarios. Esto es un cálculo básico-promedio que los mismos oficiales del SS los hicieron a su tiempo. Pudieron tener acceso a los trenes para el transporte de los prisioneros judíos y convencer a sus superiores en las oficinas de Distribución del Trabajo SS (General Gluck), de la Industrias Militar Alemana DAW, de la Sección D del SS, de la Oficina Principal de la Seguridad del Reich (Dr. Ernst Kaltenbruner) y otros cientos de funcionarios y burócratas de la factibilidad, logística de la operación y de los mínimos problemas que ocasionaran al transporte de soldados y municiones alemanes a los frentes de batallas del Este.
 
Un organizado y centralizado sistema de comunicaciones cual centro eran las oficinas SS de Berlín, ejecuciones llevadas a cavo por los comandantes SS en sus campos, el transporte provisional en otros, la concertación de los transportes, el secreto, las desinformación, la mala nutrición, las constantes Die Gesundheitaktios, las acciones sanitarias, la cercanía de los campos a las líneas férreas y la organización de la logística de las cámaras de gas y de los crematorias del terminal Auschwitz-Birkenau, hicieron que esta operación pudiera matar a tantos millones de seres humanos sin ningún contratiempo.

Carlos Álvaro Roldán desde Berlín

15 de febrero.- En la prensa alemana ha pasado casi inadvertida y en los alrededores de la cinéfila Potsdamer platz, que despliega la alfombra roja y el 'glamour' de la Berlinale, ningún cartel advierte de su ubicación. "Está maravillosamente oculta", asegura un matrimonio de la tercera edad que ha conseguido llegar a la exposición tras perderse en varias ocasiones por los laberintos subterráneos de la estación de metro.

Tras años de polémica a causa de la negativa de la Deutsche Bahn (los ferrocarriles alemanes) a ceder un espacio, la exposición itinerante 'Trenes especiales de la muerte' arrancó esta semana en la capital y durante tres semanas mostrará como la Reichbahn, su antecesora durante el régimen de Adolfo Hitler, colaboró en la deportación de miles de judíos alemanes, franceses o austriacos, así como gitanos, en vagones para animales y en condiciones infrahumanas a los campos de exterminio. Todo ello ya desde 1938, un año antes de estallar la II Guerra Mundial.

En apenas 15 metros de largo por tres de ancho, con apenas paso para dos personas al mismo tiempo por sus pasillos y en una esquina de una gigantesca plaza del subsuelo llena de puestos de comida rápida, cuarenta paneles y una pantalla de vídeo muestran una de las páginas más vergonzosas de los ferrocarriles alemanes: su colaboración en el Holocausto y los millones que facturó por ello en sus cuentas. Todo ello dentro de un plan detallado para hacer desaparecer a tres millones de seres humanos.

La exposición, promovida por el famoso 'cazanazis' Serge Klarfeld y con material reunido por la Asociación de Hijos de Deportados Judíos de Francia, nunca hubiera salido adelante sin el firme apoyo del ministro de Transportes alemán, Wolfgang Tiefensee, presente en la inauguración el pasado miércoles. "¿Por qué en una estación secundaria y no en la central, la mayor de Europa?", se preguntaba la activista Lea Rosh. "No nos corresponde a nosotros decirle a la Deutsche Bahn cuál es el lugar apropiado", respondía Klarfeld para acallar las críticas de sus compañeros.

El presidente de la Deutsche Bahn, Hartmut Mehdorn, brilló por su ausencia. El mismo que a finales de 2006, tras negarse reiteradamente a colaborar con la exposición, argumentó que el tema era 'demasiado serio' como para acabar en sus estaciones, "entre gente con prisa para coger su tren y masticando bocadillos". Asimismo, la empresa ha aducido todo este tiempo que ya existe un memorial en la estación de Grünewald, de donde partían los convoyes, y numeroso material expuesto en su museo de Nuremberg.

Ayer la mayoría de los visitantes, cerca de un centenar, eran personas de la tercera edad. Desde los paneles, a pocos metros de los directivos de la Reichbahn posando con los jerarcas nazis, se podían ver decenas de fotos de sonrientes niños, sólo unos pocos de los 11.400 casos documentados, 800 de ellos alemanes y austriacos, que acabaron siendo pasto de la locura nazi en aras de la "consolidación de la raza aria".

Entre ellos Jean Pierre Guckenheimer, nacido el 30 de noviembre de 1935, Lina Bernstein, el 15 de octubre de 1928, o Theo Reiss, el 19 de marzo de 1928. La exposición estará en la capital alemana hasta finales de febrero y durante el año visitará otras ocho ciudades. 

Mariela Bernal C.

Profesora de Historia Contemporánea del Bachillerato Internacional, se graduó en la Universidad Central del Ecuador en Ciencias de la Educación,  fue profesora de Historia Social en la Universidad Católica, realizó cursos abiertos de Historia Andina en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales e Investigadora de temas de Historia.

 

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  • homeLa autora Dorys Rueda, 13 de Febrero del 2013.
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  • mapOtavalo, Ecuador, 1961.

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