UN ESPACIO DE LA CREACIÓN
La hoja en blanco es un abismo silencioso y desconocido. Es un espacio desnudo, sin límites ni forma, que aguarda pacientemente la intervención del escritor. Su atracción radica en la quietud profunda, en ese vacío que invita a ser llenado con lo no concebido, con lo que aún no ha nacido. En su vacío no hay juicio, solo un potencial sin explorar, una invitación abierta a la creación.
Su belleza no depende de lo que es, sino de lo que puede llegar a ser. Es como una esfera que observa en silencio el acto de creación, reflejando el potencial que habita en el aire. Esta quietud no exige, no presiona; simplemente atrae. Es una invitación suave y constante a la acción, a la transformación. La hoja en blanco aguarda los trazos que le den vida, que conviertan su silencio en un canto de palabras.
Este espacio vacío también es un reflejo de la complejidad interna del escritor, de sus deseos, miedos y aspiraciones. En ella, el escritor encuentra una oportunidad para expresar lo que no ha sido dicho, para indagar lo profundo de su ser. La hoja en blanco no juzga, no apresura, se adapta a la voluntad de quien se atreve a enfrentarse a ella. Cada palabra que se inscribe es un paso hacia la autocomprensión y la creación, un acto de revelación personal.
En su vaciedad, la hoja en blanco no solo desafía, también acoge. Permite que lo incompleto se convierta en algo pleno, que lo fragmentado se una para formar una visión coherente. La imperfección se convierte en su esencia, un componente natural del proceso creativo. Invita al escritor a explorar, evolucionar y convertir lo intangible en expresión, sin temor a lo imperfecto. Reconoce que en la imperfección también hay belleza, que en lo incierto se esconde el germen de lo sublime.
Además, la hoja en blanco es un espejo de la transformación. A medida que el escritor la llena con sus palabras, no solo da forma a sus pensamientos, sino que también se transforma a sí mismo. Cada trazo es una evolución, un cambio que ocurre no solo en la página, sino en el interior de quien escribe. El caos interno se va ordenando, la mente se conecta con sus propios límites y posibilidades, y la página en blanco, como un fiel testigo, se convierte en el vehículo de ese cambio.
En suma, la hoja en blanco es más que un simple espacio vacío. Es el comienzo de todo, el origen de la creación, la oportunidad para que el escritor dé el primer paso en un viaje único. Cada palabra escrita no es solo una construcción externa, sino una exploración interna, un recorrido hacia lo más profundo de uno mismo. La hoja en blanco nos recuerda que en cada inicio, reside un potencial infinito.
Dorys Rueda, Reflexiones personales, 2025.