Qué tienen los maestros y qué reciben los estudiantes

Marcela Olmedo

 

Luego de muchos años de ejercer la docencia en casi todos los niveles: preprimario, secundario, superior tanto de grado como de posgrado, donde hay obvias diferencias, por intereses, saberes, motivaciones, edad, entre otras claras distancias generacionales; podría encontrar una condición sine qua non con todos aquellos segmentos estudiantiles.

Para poder acercarme a la pregunta del título es necesario recorrer mi propia experiencia educativa como estudiante y para esto recordar que en el transcurso del siglo XX, las relaciones emocionales entre estudiantes y maestros experimentaron una evolución significativa, moldeada por cambios sociales, educativos y culturales. Estos cambios influyeron en la dinámica de las aulas y en la forma en que se establecían y percibían las conexiones emocionales entre educadores y educandos.

Durante las primeras décadas del siglo XX, prevalecía un modelo educativo más autoritario, donde la relación entre maestros y estudiantes a menudo estaba marcada por la rigidez y la distancia emocional. Los educadores eran vistos como figuras de autoridad inquebrantable, y se esperaba que los estudiantes acataran sin cuestionar. Esta dinámica, aunque eficiente en algunos aspectos, tendía a limitar las expresiones emocionales y las interacciones más cercanas.

A medida que avanzaba el siglo, especialmente en la segunda mitad, se produjo un cambio hacia enfoques más centrados en el estudiante y participativos. Las teorías pedagógicas emergentes, como el constructivismo, abogaban por la participación del estudiante en su propio proceso de aprendizaje. Este cambio tuvo un impacto directo en las relaciones emocionales en el aula, ya que se fomentaba un ambiente más colaborativo y comunicativo entre maestros y estudiantes.

En las décadas de 1960 y 1970, la sociedad experimentó movimientos culturales y sociales que también influyeron en las relaciones dentro de las aulas. La contracultura y el énfasis en la expresión personal y la igualdad desafiaron las estructuras tradicionales, extendiendo su influencia a la educación. Los maestros empezaron a ser vistos más como mentores que como autoridades distantes, y las interacciones emocionales se volvieron más abiertas y comprensivas.

El surgimiento de la tecnología a fines del siglo XX también impactó en estas relaciones. La llegada de las computadoras personales y, posteriormente, de internet, transformó la dinámica en el aula. Los maestros ahora tenían acceso a recursos educativos más variados, y los estudiantes podían explorar y aprender de manera más independiente. Esto cambió la naturaleza de la relación, ya que los maestros se convirtieron en facilitadores del aprendizaje más que en los únicos proveedores de información.

En términos de emociones, la atención al bienestar emocional de los estudiantes también ganó importancia. Los maestros comenzaron a reconocer la importancia de abordar las necesidades emocionales de los estudiantes para promover un ambiente de aprendizaje saludable. Se implementaron enfoques más holísticos que tenían en cuenta tanto el desarrollo académico como el emocional.

A estas alturas de la experiencia reconozco al encuentro humano docente estudiante como un espacio de acogernos como personas con diferentes y temporales roles pero con una necesidad de acoger, abrigar, respetar, aceptar con sentido y profundidad.

Todos necesitamos encontrar empatía en las relaciones y fomentar vínculos con los demás, los maestros/as en la condición de ser quien gestiona los saberes en el aula también asume una carga emocional de sí mismo y los estudiantes.

Si hay un aspecto que podemos fomentar es la calidad de las relaciones sociales que nos prodigue una percepción de bienestar o también llamada felicidad.

En resumen, las relaciones emocionales entre estudiantes y maestros en el siglo XX experimentaron una transformación significativa, pasando de modelos autoritarios y distantes a enfoques más participativos y colaborativos. Este cambio reflejó no solo las evoluciones en la educación, sino también los cambios sociales y culturales que marcaron la época. Estas transformaciones sentaron las bases para las dinámicas educativas del siglo XXI, donde se busca un equilibrio entre la autoridad del maestro y la participación del estudiante, así como la atención integral a su bienestar emocional.

 

Marcela Olmedo

 

Dra. En Investigación Educativa, Master en Intervención Familiar Sistémica, Psicologa Educativa, Mediadora Profesional, Couching Familiar.

 

 

 

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  • homeLa autora Dorys Rueda, 13 de Febrero del 2013.
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