Nancy Carilllo
La honestidad es uno de los valores que más se nombra y menos se practica en todos los ámbitos de la vida personal y social, se define como: honradez, veracidad, rectitud, integridad.
Enseñar el valor y la importancia de la honestidad es tarea de todos; los primeros maestros y a la vez el ejemplo de vida con valores deben ser los padres, en el hogar los hijos aprenden a ser auténticos, honrados, decentes, a vivir con coherencia los valores que aprenden y las acciones diarias que observan y ejecutan. Lamentablemente, no siempre es así, hay hábitos y prácticas aparentemente inocentes, que inciden notablemente en la veracidad y, por lo tanto, en la honestidad. Las famosas mentiras piadosas en las que hemos caído alguna vez, no lo son, estas son los inicios de otras más fuertes y contundentes que acarrean consecuencias.
La discrepancia entre el decir y el hacer fulminan cualquier enseñanza. ¡Cómo decirle a un hijo que no mienta!, si en la familia esta es una práctica constante. Y, qué de otros valores ausentes en la cotidianidad, como el respeto, la justicia, la moralidad; si los padres los ignoran y los transgreden, pierden autoridad para exigir a los hijos.
En los colegios enseñamos a los estudiantes el valor de la probidad, el respeto a las opiniones de los otros, el reconocimiento de ideas, juicios y trabajos ajenos, para ello les instruimos en distintos sistemas de citación, en la mayoría de colegios se utiliza el APA y sus distintas versiones, se recomienda seguir todos los códigos para citar en el texto y en la bibliografía. Pero, ¿cómo puede un maestro pedir a sus estudiantes que no copien sus trabajos, si él nunca cita las fuentes de sus presentaciones?
En la actualidad, contamos con recursos para detectar el plagio y los estudiantes pueden utilizarlo para todos los trabajos de investigación en los que utilizaron fuentes, así pueden conocer personalmente, el grado de similitud que tienen con relación a los textos consultados, se acepta un porcentaje mínimo siempre que, se utilice un procedimiento para señalar que se ha reconocido al autor o autores originales.
Sin embargo, la honestidad es eso y mucho más y su práctica va más allá de la vida escolar. En la actualidad el concepto de integridad incluye a la honestidad y a todos sus sinónimos como son: la decencia, la rectitud, el recato, el pudor, la justicia, la rectitud. Estos valores y su ejecución en la vida diaria, aprendidos y practicados desde la niñez, lograrán el cambio añorado, vivir con honestidad en toda la profundidad que el concepto demanda.
Vivimos un siglo en donde los valores han tomado otro rumbo, se privilegian los anti valores, la integridad está en decadencia. Necesitamos un cambio radical que debe empezar en cada ser humano.
Pensemos por un momento en “un mundo feliz” en donde la honestidad es el valor siempre presente en el día a día de todos los habitantes del mundo. Cuántas cosas indeseables estarían ausentes. Qué hermoso sería conocer que no hay corrupción, qué todos cumplen con sus tareas sin hacer daño a nadie, que se vive con coherencia entre lo que se dice y lo que se hace.
Padres y educadores lleguemos a un acuerdo, ser íntegros para predicar con el ejemplo, exigir a nuestros hijos el cumplimiento de los verdaderos valores, alejar de ellos la banalidad, el amor al dinero, la fama, el apego a lo trivial porque con ellos no se alcanza una formación íntegra saludable.
Nancy Carillo
Es licenciada en Lingüística Hispánica (Universidad Complutense de Madrid), Doctora en Administración Educativa (Pontificia Universidad Católica del Ecuador), Doctora en Estudios de la cultura con especialidad en Literatura Hispanoamericana (Universidad Andina Simón Bolívar) y ha cursado estudios de Comunicación en el Instituto ILCE, México.
Por muchos años fue coordinadora IB del Programa del Diploma en los colegios Letort y Academia Victoria.
Es autora de libros de Lenguaje y Comunicación.
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