Ximena del Carmen Castro Ponce
El inspector o inspectora de una institución educativa es la persona que está a cargo de supervisar y colaborar con el funcionamiento de los centros educativos, en aspectos organizativos, académicos y administrativos. Su responsabilidad es comprobar el cumplimiento de la normativa educativa por parte de los alumnos y profesores de la institución, evaluar la práctica docente y la función directiva, investigar y emitir informes en caso de observar incumplimientos y asesorar y orientar a los alumnos, padres de familia y profesores sobre sus derechos y obligaciones. Todo esto para asegurar la calidad educativa y contribuir a la mejora continua del sistema.
Posiblemente, el inspector no sea muy apreciado por alumnos y profesores, debido a la función de control que tiene, pero es un funcionario respetado por la responsabilidad que tiene, por ser un mediador de conflictos, un oyente de alumnos y maestros, y en la mayoría de los casos, un consejero a carta cabal. Es quien puede sancionar si no se cumplen las normas establecidas
Muchas de las veces, es el paño de lágrimas de aquellos que necesitan consuelo, apoyo o simplemente un abrazo silencioso, en medio de la tormenta. Es esa mano amiga que ayuda y aconseja a los estudiantes, los padres de familia y a los compañeros profesores. Yo he sido inspectora durante 40 años, en colegios y universidades y estos años han sido la carta de presentación de mi labor realizada. Una función que la conozco muy bien, de la A la Z , y la realizo con mucho amor, devoción, dedicación y responsabilidad.
Mi día a día inicia muy temprano en la mañana, soy la primera en llegar al colegio para recibir a los estudiantes y profesores con una sonrisa y un saludo mañanero de “buenos días, que tengan un gran día”. Soy también la última en salir de la institución, la que despide a cada uno de los alumnos, docentes y administrativos con un “buenas tardes” y un “hasta mañana”. Disimulando, con una sonrisa, el cansancio y la fatiga de una larga y a veces complicada jornada de trabajo. Todos los días pongo mucha energía en este ejercicio de bienvenida y despedida. ¿Por qué razón?, porque animar al resto y animarme yo misma ayuda a que el trabajo se cumpla con optimismo y alegría.
El control de la primera hora de la mañana es el más ajetreado del día, se vuelve una rutina y con el paso del tiempo se convierte en un hábito; voy de edificio en edificio, de piso en piso, de curso en curso, observando quién falta o quién está por llegar. Mirando si los alumnos llevan los uniformes alineados con la norma establecida, si mis compañeros ya se encuentran en el salón de clases o si alguno está atrasado y todavía no llega.
Dependiendo de aquello que se debía hacer el día anterior y no se cumplió, de las tareas del ahora y lo que se tenga que hacer al siguiente día, el tiempo de trabajo no es siempre el mismo. A veces las horas transcurren con mucha prisa y la jornada se vuelve corta; otras veces el tiempo pasa muy lento y el día de trabajo parece interminable. Pero lo que siempre hay es un vuelco de emociones, sobre todo cuando escucho a los estudiantes o docentes contarme sus problemas. A veces son historias tristes que no están en mis manos poder solucionarlas. Entonces busco las palabras precisas para reconfortarles y decirles que mañana será otro día y que vendrán tiempos mejores.
Ser inspectora ha sido una gran oportunidad que la vida me ha dado, he aprendido mucho durante estos años y me siento satisfecha con una tarea que realmente amo y en lo que sigo trabajando. Ser inspectora es lo mío, sin duda alguna.
Ximena Castro
Licenciada en Ciencias de la Educación, mención en Administración Educativa, diplomada en Gerencia y Liderazgo Educativo; diplomada en asesoría y auditoría educativa, magíster en Psicopedagogía, con especialidad en Intervención psicopedagógica en Educación infantil y primaria.
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