ENTRE LA SIMPLEZA Y LA CREATIVIDAD
Dorys Rueda
La simplificación del lenguaje, impulsada por la tecnología y las redes sociales, es un fenómeno que ha atravesado a toda la sociedad. Esta transformación afecta por igual a niños, jóvenes y adultos, y se caracteriza por la reducción de palabras, el uso de abreviaturas y la incorporación de términos importados. Desde temprana edad, los niños se sumergen en este lenguaje simplificado a través de sus primeras interacciones digitales, donde lo más importante es la rapidez. Los jóvenes, por su parte, llevan esta tendencia al siguiente nivel, abrazándola y aplicándola en todos los aspectos de su comunicación, como si cada segundo ahorrado fuera una pequeña victoria. Los adultos tampoco se quedan atrás y, aunque no siempre lo hagan con la misma soltura, también han sucumbido a este cambio, con una intención más práctica: mantenerse al día.
Expresiones que antes eran completas y detalladas ahora se ven reducidas a sus versiones abreviadas, con sílabas eliminadas o letras reemplazadas. Ejemplos como "xq" para "porque", "TQM" para "te quiero mucho", "toy bn" en lugar de "estoy bien", "bno" para "bueno" y "tmb" para "también" son algunos de los más comunes. Incluso frases como "nos vms" en lugar de "nos vemos" parecen responder a una urgencia digital. Este fenómeno no discrimina edades: niños, jóvenes y adultos optan por este lenguaje comprimido, que es una clara respuesta a la rapidez y el ritmo vertiginoso de la vida moderna.
Sin embargo, en el intento por ganar velocidad, se sacrifica parte de la riqueza y el detalle que caracterizan nuestro idioma. Cada palabra tiene un matiz, un contexto, una intención que se pierde al ser reducida a una abreviatura. La complejidad del lenguaje no solo nos permite comunicarnos, sino también expresar nuestras emociones, transmitir matices y, sobre todo, conectar de manera más profunda con los demás. Cuando eliminamos esas sutilezas, nos volvemos más funcionales, pero también menos expresivos, menos humanos.
La adopción de anglicismos también es parte fundamental de esta transformación y afecta a todos los grupos de edad. Palabras como "like", "post" o "meeting" han llegado para quedarse, reemplazando expresiones que solían ser propias del español. Hoy es normal escuchar "te dejo un inbox" en vez de "te mando un mensaje" o "hacer un feed" cuando se actualiza contenido. Y aunque este tipo de expresiones se ha colado en la vida diaria de todos, entre los jóvenes es donde el fenómeno se hace más evidente. Términos como "viral" para algo que se difunde rápidamente o "influencer" para alguien que marca tendencias, han desplazado expresiones tradicionales sin pestañear. Lo que antes "se regaba como pólvora", ahora simplemente "se hace viral".
Esta simplificación y la adopción de palabras extranjeras debilitan el lenguaje, ya que reemplazan las expresiones tradicionales con términos importados que, en muchos casos, no tienen el mismo matiz cultural. Cuando decimos "le doy like" en lugar de "me gusta", la frase pierde la calidez y la proximidad que el término en español solía transmitir. Este proceso de homogenización convierte el lenguaje en algo funcional y rápido, pero muchas veces desprovisto del color y la riqueza que nos definen culturalmente. Sin embargo, no todo es negativo. La evolución del lenguaje también tiene un lado positivo que no se debe ignorar: el impulso creativo que permite a las nuevas generaciones darle forma a un idioma que se adapta a sus propias realidades.
Para los jóvenes, el lenguaje no es solo un medio de comunicación, sino un lienzo donde constantemente innovan y crean. Expresiones como "hacer vaca" para recolectar dinero en grupo o "estar chiro" para referirse a estar sin dinero muestran cómo los jóvenes reinterpretan el mundo que los rodea, dotando al idioma de un nuevo significado. Estas palabras no solo reflejan su experiencia cotidiana, sino que también demuestran la capacidad de renovación del idioma, adaptándolo a sus propios términos.
Además, los jóvenes no se limitan a transformar el idioma ya existente; también son auténticos creadores de nuevos términos que, poco a poco, se integran en el habla común. Frases como "estar pilas" para describir a alguien atento e ingenioso o "darse el chance" para hablar de darse una oportunidad, son ejemplos claros de cómo utilizan el lenguaje para representar su realidad. Incluso en el ámbito del entretenimiento, expresiones como "vacilar" para pasar un buen rato o "estar prendido" para describir a alguien entusiasmado enriquecen el lenguaje coloquial, aportando un toque de identidad cultural que se reinventa constantemente. Esta invención lingüística muestra que el idioma está en continuo movimiento y que cada generación tiene la capacidad de dejar su huella, añadiendo su propio estilo y contribuyendo al crecimiento del lenguaje.
En contraste, los adultos, aunque no son tan prolíficos en la creación de nuevos términos como los jóvenes, han demostrado una notable capacidad para adaptarse a las nuevas formas de comunicación digital. La integración de palabras como "streaming", "online" o "hashtag" en su vocabulario cotidiano evidencia cómo el lenguaje ha permeado todas las generaciones e influido en la vida de todos. Sin embargo, esta adaptación suele ser más pragmática que creativa. A diferencia de los jóvenes, que se apropian de los términos y los transforman, los adultos suelen aceptar estas palabras tal cual, sin modificar su uso. Para ellos, incorporar el nuevo vocabulario es una cuestión de mantenerse actualizados y comunicarse efectivamente en un mundo cada vez más digital.
En conclusión, la transformación del lenguaje afecta a toda la sociedad, desde los niños hasta los adultos y cada grupo se adapta de manera diferente. Mientras que en los jóvenes se observa un debilitamiento en algunos aspectos formales del idioma, también se aprecia una gran riqueza creativa y constante renovación, que da lugar a términos nuevos que reflejan su realidad y contexto. Para los adultos, el cambio tiende a ser más una adaptación funcional que una verdadera innovación. Esta dualidad -entre el debilitamiento del idioma y la creatividad constante- nos muestra que el lenguaje no es estático, sino un organismo vivo que evoluciona y se adapta según las necesidades y experiencias de sus hablantes, permitiendo que sigamos comunicándonos en un mundo cada vez más interconectado.
Sin embargo, en medio de esta evolución, los profesores enfrentamos un gran reto: motivar a los jóvenes a utilizar el idioma de forma amplia y correcta, enseñándoles a apreciar su belleza y la importancia de su precisión. Aunque los estudiantes están inmersos en un entorno digital que los empuja hacia la inmediatez y la simplificación, es fundamental fomentar la reflexión sobre el valor de las palabras y promover la lectura y la escritura como herramientas para enriquecer su capacidad comunicativa. Solo así podremos contrarrestar el debilitamiento del lenguaje, manteniendo su esencia y garantizando que las futuras generaciones conserven viva la riqueza cultural que encierra cada expresión.